Parir en casa, parir en la clínica

El nacimiento en un taxi ya no es insólito.
Lo insólito, el hombre que muerda
al perro, es el parto en casa

Eran aquellos pasados días en que España entera estaba hablando del taxi de Manuel Pimentel tras su corte de coleta en la plaza de las Ventas.

- ¿De las Ventas?

-Sí, que dejó vendido al PP...

Y hablando de taxis, nadie ha propuesto que en el futuro Museo de la Santa Transición y de la Bendita Democracia Española habrá que poner una sección dedicada al taxi, a modo de Museo de Carrozas Reales, nada más real que estas carrozas de la bajada de bandera en la España de las bajadas de los pantalones. En esa parte motorizada del Museo de la España Contemporánea habrá que poner al menos tres taxis. El famoso taxi de Pimentel, el taxi que tuvo que tomar el juez Barbero para hacer una carrera hasta la calle de Ferraz a fin de buscar los papeles de Filesa... Y el otro taxi que nunca apareció, desbancado en el Museo de la Memoria por la foto de la tortilla: el taxi (sin transportines) en el que cabía el Partido Socialista Obrero Español entero y pleno antes de Suresnes y antes de la toma de la Bastilla del poder en forma de ventana del Palace la noche del 28 de octubre de 1982. Si la foto de la tortilla hubiera sido panorámica, quizá hubiera aparecido dentro de campo (o de pinar) el taxi en el que llegó para hacer la foto el último de los rezagados del grupo, tras lo cual alguien dijo:

-Compañero, no despidas el taxi, que como hemos venido todos en autobús, vamos a aprovechar el viaje de retorno del compañero taxista para volver a Sevilla...

Se montaron todos en el taxi y hasta sobró sitio. Y eso que Alfonso Guerra llevaba, como siempre, las obras completas de Lope de Vega debajo del brazo...

Y hablando como estábamos de taxis en aquellos días del pimentelazo, pensé que no nos damos cuenta de la sociedad de bienestar y otros males del siglo que acaba, pero que igual que antes era insólito que las señoras parieran en un taxi camino del hospital, ahora lo insólito es que den a luz en su casa.

-Como toda la vida de Dios han parido las mujeres...

Lo digo porque en un diario de mi pueblo (rotativo que no hace mal periodismo por cierto) venía con letras gordas, así de grandes, aunque esté feo señalar: "Da a luz una niña en su piso de Santa Genoveva". Santa Genoveva es un barrio que hay en Sevilla que, a diferencia de Santa Cruz, como no ha salido hasta ahora en las coplas, por eso no lo conocen la gente. Resulta que una primeriza rompió aguas y se puso de parto antes de lo previsto y dio a luz en su cama y en su casa. Es decir, que parió probablemente como su madre la parió a ella, o por lo menos como su abuela parió a su madre: en su cama, y en su casa, y asistida por una vecina. Los españoles nacíamos en nuestras casas, y en nuestras casas moríamos. Cuando el español de los años sesenta, tras comprarse el 600, se hipotecó y se entrampó hasta las cejas para su primer piso en propiedad, muy serio le dijo a la parienta:

-Ea, pues de aquí ya no nos movemos hasta que nos saquen con los pies por delante.

La casa era testigo del nacimiento de la vida y de su extinción. ¿Asistencia de un tocólogo en los partos? Todo lo más, una comadrona. Había, eso sí, una terrible mortalidad en los partos. Pero las madres morían en sus casas. Desangradas, pero en su casa y en su cama. Sólo cuando vemos que es noticia un parto en casa, como antes toda la vida de Dios, nos damos cuenta de lo que hemos avanzado. No gracias a los del estado del bienestar ni a los del bienestar del Estado, sino por la propia evolución de la sociedad española.

En los años venideros serán colocadas las últimas lápidas conmemorativas en las casas natales de los hombres ilustres de cada localidad. En las décadas siguientes, los ayuntamientos habrán de poner a modo de lápidas de los caídos en las maternidades: "En esta clínica nacieron los siguientes e ilustres señores..." Y allí toda la relación. El futuro Rey de España (Dios quiera que sea dentro de muchos años) no tendrá casa natal alguna donde le pongan una lápida. Por su rango, merecerá que en lo que fue la madrileña Clínica de Loreto le dediquen una propia, fuera del mármol de la relación natal de poetas, políticos, artistas, financieros y deportistas famosos a la altura del año 2030: "En esta Clínica de Loreto nació en 1968 el entonces Príncipe de Asturias, S.M. Don Felipe VI de Borbón..."

Se nace en una clínica privada o maternidad del Seguro... y de la capital siempre. Ya nadie nace en los pueblos, a menos que tengan hospital comarcal con maternidad. Ya no hay catetos porque casi todos los españoles son nacidos en la ca-pital. O en el taxi. Pero el nacimiento en un taxi ya no es insólito. Lo insólito, el hombre que muerda al perro, es el parto en casa. Como que lo de parir en el taxi es tan común, que fue lo único que le faltó a Pimentel. (Si no parió en el taxi, lo han puesto a parir por el taxi de su parida o por su parida del taxi). *


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