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La demagogia del agua

"No hemos repartido la tierra, en la vieja idea igualitaria,
pero a su tierrecita de usted, en el subsuelo, sí que le
han aplicado no solamente la reforma agraria,
sino la colectivización"

Como Miguel Hernández preguntaba a los andaluces de Jaén por los títulos de propiedad de los olivos, viendo la guerra del agua desatada entre la España húmeda y la España seca me pregunto de quién son los ríos. Si el agua es un bien escaso, como dice el tópico, la lucha por su posesión es un mal bastante abundante. Que ha producido otro enfrentamiento más entre los muchos que persisten de las dos Españas. Es falso que la Constitución acabara con las dos Españas. Ahora no solamente hay dos Españas, sino dos mil lotes de enfrentamiento de las dos. La España nacionalista y la España no nacionalista, la España que ha comprado Telefónica y la que todavía no ha comprado, la España de Polanco y la España aún no integrada en polanquerío. Ningunas más enfrentadas que las dos viejas Españas de la España seca y la España húmeda. Para mí que los dos españoles enterrados hasta las rodillas, luchando hasta la muerte a garrotazo limpio, que retrató Goya, estaban discutiendo por el agua de unos regadíos, y el uno le decía al otro que el canalillo de la alberca era suyo. El más antiguo y tradicional tribunal, el de las Aguas de Valencia, es como el supremo arbitraje entre los secos y los húmedos, división que separa mucho más que las de derechas e izquierdas, ricos y pobres, católicos y agnósticos, blancos y negros o palominos y vergaras.

Quien tiene el agua tiene un tesoro, sobre todo desde que se promulgó esa Ley de Aguas que te hace dueño de tu propiedad agrícola o de tu parcelita en la urbanización... pero sólo de suelo arriba. Malos tiempos para los zahoríes que recorrían los campos con su varita de avellano, siempre a la búsqueda de la escasa agua. Usted puede llamar a un zahorí y hallar agua en su heredad; abrir un pozo es otra cosa, palabras mayores de la ley. Abrir un pozo en esta España seca es ya casi tan delictivo como robar un banco. No hemos repartido la tierra, en la vieja idea igualitaria, pero a su tierrecita de usted, en el subsuelo, sí que le han aplicado no solamente la reforma agraria, sino la colectivización. El agua que usted pisa en su tierra, en su jardín, en su huertecita, no es de usted, es del común. Abre usted un pozo y para la ley es como si estuviera abriendo un butrón para robar en las cajas fuertes no de un banco cualquiera, sino del Banco de España, pues que lo presentarán y empapelarán como robador de aguas del común. De "la tierra para el que la trabaja" hemos pasado a "el agua para el que la necesita". Dad de beber al sediento ha pasado precepto evangélico a mandato legal mucho más extenso: de beber al sediento... y de regar al hortelano.

Así se envalentonan las gentes pidiendo agua, reclamando ríos. Tiene ahora la reivindicación del agua toda la demagogia que antes la de la tierra. El campo vive de las subvenciones y quiere que le subvencionen también el agua. Que se la dé el que la tenga. Donde únicamente somos igualitarios en cuestión de agua es en las comunidades de vecinos. Yo pago de agua exactamente igual que mi vecino de arriba, cuando mi vecino de arriba, que es del Opus, tiene diez o doce mil niños, mientras en casa vivimos sólo mi mujer y yo. Las comunidades de vecinos reflejan este igualitarismo demagógico del agua. Luz, cada uno se paga la suya. Pero a agua siempre tenemos que convidar al vecino. Ducha que se pegan los niños de mi vecino es ducha que la pago yo de mi bolsillo, vamos que si la pago. Como que tengo un cierto complejo de presidente de la Comunidad de Regantes. Que sabrán que en mi pueblo, el presidente de la Comunidad de Regantes tiene tal importancia social que se le trata casi como a una autoridad, como al arzobispo o al presidente de la Audiencia Territorial.

Ahora los de Aragón, que suena a zarzuela, piden para ellos solitos el Ebro. Puede colar, en esta España donde los escolares ya no saben siquiera cuáles son los ríos de España, ni dónde nacen, ni por dónde pasan. Miro el mapa y me lleno de perplejidad, con permiso de José Antonio Labordeta. Si el Ebro nace en Cantabria, pasa por Castilla-León, por La Rioja, por Aragón y desemboca en Cataluña, ¿por qué protestan sólo en Zaragoza? La copla que cantaba Concha Piquer decía que "el Ebro guarda silencio al pasar por el Pilar". No. Donde de verdad guarda silencio es al pasar por La Rioja, por Castilla o por Cantabria, que en Aragón, de silencio, nada, manifestación, pancarta y demagogia. Es como si yo, sevillano, reclamo el Guadalquivir para mí solo, y que le vayan dando a las sierras de Cazorla, a los puentes romanos de Córdoba y hasta a los langostinos de Sanlúcar.

Se dicen muy de izquierdas y muy igualitarios y solidarios, pero, de momento, a su agua... ni tocarle en punto a trasvase. Lo más ridículo de todo es que ante los trasvases del Plan Hidrológico Nacional los que se las dan de progres se comportan como los duques ante la reforma agraria. Los duques no querían que tocara sus tierras la reforma agraria. Los progres no quieren que toquen sus aguas los trasvases del Plan Hidrológico.


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