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La secta del bricolaje

En cuanto termine de escribir este artículo voy a ponerme a colocar
unos toalleros-secadores, con calorcito por dentro, una maravilla

Acabo de descubrir una nueva secta. Incluso me cuento entre sus simpatizantes, si no entre sus miembros activos. Todo ha sido por culpa de haber aprovechado el verano para arreglar un apartamento por nosotros mismos, en familia, con la menor participación posible de quienes se llaman a sí mismos "artistas" y en la mayoría de las ocasiones apenas son unos chapuceros artesanos, que la única técnica que dominan a la perfección es arrearte un facturón de estocada hasta la bola. Vamos, que el premio Mayte de la mejor estocada no tenían que darlo a Joselito o a Rivera Ordóñez, sino a estos auténticos atracadores disfrazados de fontaneros, carpinteros o pintores.

Ibamos a poner monísimo el apartamento y a la vista de la chapucería nacional, pensamos que el bricolaje era una buena solución, al tiempo que entretenimiento veraniego. Si se trataba de un mueble para el televisor, ¿por qué gastarse una fortuna, si por módulos para armar los hay bastante apañados? Por ahí empezó mi adicción al bricolaje. Por armar una mesita para el televisor. Sería por esa suerte del novato que dicen en la ruleta, el caso es que la mesa con ruedas para el televisor la compuse en un periquete, con sólo seguir las instrucciones de la caja y el auxilio de las elementales herramientas que traía. Eso me animó. De ahí pasé a una lámpara. Luego, las comodillas de un armario. Era lo mismo, pero con cola sintética, martillo y destornillador. Con tal ardor lo hice, que el destornillador, de tanto apretar tornillos de los cajones de la comodilla, me dejó en carne viva la palma de la mano. Isabel, que es muy chirigotera, me hizo una letra carnavalesca de aquello de los baños y el río de los dineros que recitaba Pepe Pinto:

Que en la diestra y la siniestra

tienes un par de agujeros

de apretá tanto tornillo

por no pagá a un carpintero...

Fue entonces cuando hice la primera comunión en la fe que había abrazado con tanto ardor: me compré un destornillador eléctrico. Con él puse espiches para los cuadros, barras para las cortinas. Hasta que vi que mejor que el destornillador eléctrico de pilas era el aparato de Black and Decker que lo mismo sirve para poner espiches que para apretar tornillos. Fue, por así decirlo, el subdiaconado en mi sacerdocio del bricolaje. Y fue también entonces cuando, como los pecadores conversos van a hacer ejercicios espirituales a una casa de retiro del Opus Dei, descubrí Leroy Merlin. Hasta entonces había estado por capillas y parroquias, como son las secciones de bricolaje y muebles para armar de Carrefour, de Alcampo, de Hipercor. En Leroy Merlín entraba, por así decirlo, en la Catedral del Bricolaje, en el Vaticano de los Manitas. Descubrí allí que podemos salvar nuestra alma de los albañiles desaprensivos, de los pintores estafadores, sólo con ganas e imaginación. Frecuenté horas y horas las como naves de aquel templo, ora buscando una pintura para los hierros del balcón, ora unas escuadras para una repisa en el cuarto de baño. Con fe de converso, hasta me atreví a entrar el sanctasanctórum de Leroy Merlin, que es el departamento de carpintería, donde te cortan a la medida que pidas los tablones de conglomerado. Hasta una encimera para la cocina me iba a atrever a poner, cuando vi que otro profeso de la secta que guardaba turno delante de mí se llevó la suya, perfecta. Le pregunté:

-¿Y los perfiles para la unión de la encimera con la pared?

-Ahí en esa calle los encuentra de todos los modelos...

Vas por las naves de la Catedral del Bricolaje y ves que los devotos se preguntan unos a otros:

-¿Usted cree que esta goma es buena para poner el riego por goteo en el jardín?

Luego, como en las antiguas iglesias, en esa Catedral hay novenas, triduos, septenarios. Son las lecciones prácticas y demostraciones que especialistas en el montaje de cada cosa dan a pie de estantería sobre las manualidades. Anuncian que esta tarde a las 8 explican cómo poner en el salón una estantería de pladur, y que mañana, cómo se coloca un parqué flotante.

A una de estas exhibiciones fui, dispuesto a ponerme enteritos los muebles de la cocina, cuando alguien que venía conmigo, entusiasmado en la pericia de aquel tío, me dijo:

-Oye, ¿y por qué, mejor que hacerte las manos polvo otra vez, no compras aquí los módulos de esos muebles y contratas a este tío para que te los coloque en su casa?

Gracias a aquel descubrimiento, tengo completamente curadas las llagas de vidente del bricolaje que me salieron en las manos. Pero sigo en mi fe. En cuanto termine de escribir este artículo voy a ponerme a colocar unos toalleros-secadores, con calorcito por dentro, una maravilla. Piensen que esto de aficionarse al bricolaje es como engancharse en una secta.


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