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En mi viejo San Juan

" ¿Cómo no va a pertenecer a la Hispanidad un país donde el vistas de aduanas te trinca ochenta dólares y los mete en un maletín?"

Nunca tuve tanto prestigio ante mi compadre Alfonso Ussía como aquella mañana de septiembre al llegar a San Juan de Puerto Rico. Acabábamos de atracar a bordo del desvencijado "J.J.Sister". Nos habíamos recorrido el Atlántico enterito, en plan gratis total en la Transmediterránea, que íbamos de predicadores en la aventura tropical del almirante Quadra Salcedo antes que embarcara Sánchez Dragó, y nunca en nuestras vidas habremos de contar tantos peces voladores, ahora nos tenemos que conformar con contemplar los peces trincones que salen de la estela del poder. Abandonamos el barco con el alivio de que acababan las fatiguitas pasadas a bordo navegando desde Guadalupe el mar de las Antillas. Unos agentes puertorriqueños de Aduanas ronearon con nosotros de americanos, ya que no pueden con los turistas de New Jersey. Se creían que nos íbamos a creer que eran más yanquis que los yanquis y el Estado 51 de la Unión... Para lo cual nos dieron por saco todo lo posible. A Alfonso, de momento, y eso sí que es hispánico, le trincaron ochenta dólares para poder desembarcar, por el más que español procedimiento de "aquí le falta a usted una póliza". Alfonso se quedó sin sus ochenta dólares como se quedó sin abuelo en Paracuellos.

De modo que todo estaba preparado para nuestra visión de la afirmación hispánica de Puerto Rico. ¿Cómo no va a pertenecer a la Hispanidad un país donde el funcionario te trinca ochenta dólares y los mete literalmente en un maletín? Aquello tenía que ser a la fuerza rama picaresca que al tronco de la Madre España sale. Y entonces, sobre ese vaho de Hispanidad y de colonia perdida que nos daba el olor a humedad del amanecer boricua en el trópico, fue cuando vino lo de mi prestigio ante Ussía. A pie de portalón del "J.J.Sister", esperaba el secretario del Consulado General de España, quien nos reconoció en plan jíbaro, por aquello de las cabecitas reducidas en nuestras columnas. Tras estrecharme la mano, me dijo :

--- Hombre, señor Burgos, muchas gracias, porque por obra de aquel artículo suyo en "Diario 16" tras su visita a San Juan de hace dos años, la antigua bandera española blanca con la Cruz de Borgoña ha vuelto a ondear en El Morro y en el Fuerte de San Cristóbal...

Si Ussía no me tocó allí mismo la Marcha Real, es porque tararea mal y se le dan mejor los fados que el himno de la Corona. Porque el secretario del Consulado explicó brevemente la historia. Con el pretexto de que el huracán "Hugo", el hijo de su madre, había derribado los mástiles, el gobernador de Puerto Rico suprimió la bandera española que hasta entonces ondeaba junto a la boricua y a la estadounidense en los viejos fuertes coloniales. Gracias a aquel artículo, el cónsul tuvo pretexto para hacer las correspondientes gestiones y conseguir del Departamento de Estado que nuestra bandera ondeara de nuevo, para repeluco de viejos monárquicos. Con el prestigio de la bandera en todo lo alto, le enseñé luego mi viejo San Juan a Ussía. Le dije:

--- Esto es como El Puerto de Santa María, pero sin ningún Terry...

--- Sí, pero espérate --me dijo Alfonso--, que me parece que por aquella esquina viene Luis Caballero... Como lleva la cosa del Grupo de Exportadores del Sherry y viaja tanto...

Lo llevé a los Cuarteles de Ballajá, para que sintiera la idea de Corona y de Nación de aquel viejo patio, donde hasta imaginamos uniformes de rayadillo de los últimos soldados del desastre del 98, que hay que reconocer que en Puerto Rico fue bastante poco desastre. Subimos al Morro, y observé cómo Alfonso, que es otro sentimental, se emocionaba viendo ondear sobre el fuerte la vieja bandera de marras. Le rezamos a la Virgen de los Buenos Aires, porque gracias a Ella no estamos a estas horas entre los peces voladores en el vientre de un tiburón propiamente dicho, no del Banesto. Y cuando nos habíamos hartado de imagen de España, nos fuimos a comer a La Mallorquina, un restaurante donde siempre parece que esta tarde torea Manolete, con sus aspas de abanicos de techo y sus camareros de viejo café madrileño. Llegamos por calles que se llaman Luna, Sol, Cristo, Fortaleza, Tetuán u O´Donnell. Nos sirvieron asopao de camarones en unas escudillas como cuarteleras. Comer comida criolla en San Juan siempre tiene algo de prueba del rancho y se acaba uno sintiendo coronel isabelino.

Aquel nuestro viejo San Juan de la canción inolvidable de Noel Estrada ha votado por seguir siendo hispano. El gobernador Pedro Roselló quiere ser yanqui. Pero un país con esas raíces culturales, ¿qué va a votar, joé, sino seguir cantando "La Borinqueña" en español ? ¿No va a ser hispano una país donde nada más llegar el vistas de aduana, a pesar de su golpe de uniforme yanqui, te manga ochenta dólares, el hijo de la gran puta? (Me queda añadir que de aquella visita no nos queda una sola foto. España pura, a Alfonso le desvalijaron la maleta en el aeropuerto Muñoz Marín y le robaron la máquina con el carrete que nos hicimos, razón por la cual he revelado este fotomatón para la historia.)

Sobre Puerto Rico y la cultura española. en Internet: 

Peseta boricua 

Selección de enlaces recomendados sobre temas antillanos 

El Caribe gaditano

"El Nuevo Día" de San Juan de P. R

"Puerto Rico no se entrega"

En el 98 volveremos a perder Puerto Rico

La Lengua en Puerto Rico...

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