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La tribu de los motorolos
"El motorolo difícilmente resiste una hora sin llamar al despacho, para preguntar a la secretaria: " Encarnita, ¿ha llamado alguien? "
Como me consta que los indios se mosquean con su etiqueta, habré de emplear el eufemismo de "indígena" (que a mí me suena peor todavía) para hablar de una tribu que, sin que nos demos cuenta y sin que nos defendamos de ellos, ha invadido España, y ha ocupado los resortes más importantes del poder, de las finanzas, de las empresas, de la cultura, de la comunicación, de la Biblia en pasta y en rústica, sin que hayan ganado unas elecciones y sin que nadie les haya dado vela en este entierro de la Cultura del Pelotazo al que estamos asistiendo mientras le damos el pésame a los dolientes, que son ya cerca de cuatro millones. Me refiero a la tribu de los motorolos. Que son unos salvajes que todo lo invaden. Indígenas españoles, naturales del país, tan de aquí como usted y como yo, con chaquetas color Burdeos, pero con aficiones de exotismo por la vía de la tecnología punta.
España, señores, ha sido tomada por los motorolos. Es una epidemia como otra cualquiera. Si el marxismo no hubiera pasado de moda, diríamos en el presente manifiesto que el fantasma de los motorolos recorre España. Que de fantasmas, en los motorolos, hay todos los que ustedes quieran, fantasmas y fantasmones. Según los estudios de la Sociedad Antropotecnológica Española el motorolo se asienta preferente en los ámbitos comerciales y distritos financieros de las grandes urbes españolas. Suelen sus más caracterizados individuos acudir a hacer gestiones en las llamadas "millas de oro", que son aquellos lugares donde antes de 1992 había multitud de señores que pensaban hacerse de dicho metal mediante la venta y/o alquiler de locales de oficina, y donde ahora sobran más metros cuadrados que extensión tienen el Sahara y el Gobi juntos.
A pesar de las investigaciones realizadas, nunca se sabe por qué el motorolo no puede vivir sin el adminículo que le da nombre, con el que se pasa horas y horas hablando con unas gentes a las que da el coñazo acerca de unas cuestiones absolutamente prescindibles. El motorolo es un individuo que difícilmente resiste una hora sin llamar al despacho, que es su cubil y habitat natural, donde tiene a Encarnita, la secretaria. Al llamarla cíclicamente cada media hora, siempre pronuncia una frase que está muy estudiada en los tratados:
-- Encarnita, ¿ha llamado alguien?
Otra veces, la frase adquiere esta otra variante, muy común:
-- Encarnita, ¿hay algo nuevo?
El motorolo es una especie que gusta de lucir su adminículo ante extraños, sobre todo si está en un restaurante de moda. Y deja intrigados a todos los presentes con sus signos rituales, como el tan conocido de la letra devuelta. En tales casos, cuando lo oímos, a todos nos pone el corazón en un puño, que el motorolo va contando su adversidad:
-- Encarnita, pero tú dile a Estévez que cómo puede ser que hayan devuelto esa letra, que lo mire bien... Que llame al banco para preguntarlo. Que si era la letra que habían aceptado, no me lo explico, pero si era la otra, la que renegociamos, es más inexplicable...
Cuando más a gusto estamos, en el restaurante, en el aeropuerto, en el tren, el motorolo nos mete el alma en un puño. Con la letra o con la tragedia del camión:
-- ¿Pero cómo no ha llegado el camión, Encarnita, si ese camión tenía que haber llegado anoche a las once y tenía que estar ya descargado? Anda, díle a Peláez que se ponga...
Y todos oímos la bronca que le pega a Peláez, menuda bronca. Nos conocemos la vida y milagros de los motorolos, tribu hortera donde las haya, que está encantada con contarnos sus andanzas y que ha invadido España. Pero no se le ocurra a usted llamar al motorolo a su 908 correspondiente. Una voz grabada le responderá siempre: "El abonado llamado se encuentra fuera de cobertura o con su terminal apagada..."
Sobre el Ave, en El RedCuadro:
Azafatas con minifalda y sin Manolo Escobar
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