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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 2997 - 17 de enero del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

"JAZMINES EN EL OJAL", nuevo libro de Antonio Burgos

 

Recuadros
MONEDAS A UNIFICAR
 

Parecía imposible que el desembarco del euro en nuestros monederos saliera tan de cine. Hasta los euroescépticos británicos adoptaron el euro para las rebajas de Harrod´s. Aunque Juan Luis de Tarifa, el filósofo del viento que Jesús Quintero tiene en plantilla de "El Vagabundo", alberga serias dudas sobre el futuro del euro en el Reino Unido:

-- Si no han sido capaces de colocar el volante a la derecha, ¿cómo van a poner el euro?

Lo pondrán. Aunque sea por la izquierda, allí terminará circulando el euro. Y ante este éxito, la moneda única me parece poco. Deberíamos aprovechar la collada, como dice la gente de la mar, para más cosas. Hemos unificado las monedas y no hemos logrado normalizar diferencias más molestas de la vida cotidiana. Desde las siete mil clases de quesos de Francia o los doscientos tipos de salchichas de Alemania, parecía imposible una moneda única y la tenemos. Así que tan difícil no debe de ser unificar las muchas diferencias que aún nos amargan la vida. Por ejemplo:

Los cargadores de móviles.- En Europa hay ya una sola moneda, pero siguen existiendo doscientos o trescientos tipos distintos de cargadores de teléfonos móviles. A pocas operaciones Renove que hayamos hecho con las ofertas de Movistar, Amena o Vodafone, en cada hogar hay ahora mismo, según mis cálculos, una media de 4,8 cargadores de móviles absolutamente inservibles. Hemos logrado mantener nuestro número 609 o 729 aunque cambiemos de compañía, pero no que al teléfono nuevo le sirva el cargador del viejo. Si aquel tenía un cargador con enchufe plano, el del nuevo es redondo; si antes una sola pestañita, ahora dos cabezuelas. Llegará el día en que no quepamos en nuestras casas, llenas de inservibles cargadores de móviles por todas partes.

Los mandos de la ducha.- En Europa hay ya una sola moneda, pero mil clases de mandos de las duchas, y de dispositivos para el agua caliente y fría. En los hoteles se ve la copla. Te levantas, te vas al cuarto de baño, te lavas los dientes, te quitas el pijama y allí, de Adán ante la ducha, te entran las dudas más complejas del pensamiento contemporáneo: ¿qué cacharro de éstos abrirá la ducha? ¿Cuál será el del agua caliente? ¿Cuál la fría? Y cuando tras mucho cavilar crees haber adivinado el mando del grifo de la bañera, vas a probarlo, y, ¡zas!, te cae sobre la espalda, agachado como estás, ora chorro de agua a 45 grados que te escalda, ora tromba de agua helada que trae hasta pingüinos. Hasta que, por fin, tras muchos manejos, le das a la tecla milagrosa que hace que, oh portento, aquel caño que te heló o te quemó se cierre. Entonces te metes por fin en la ducha, de la que sales con la constancia de que no hay manera de poner la misma temperatura que en casa sin achicharrarte.

Los números de la centralita.- Sin salir del hotel de nuestras perplejidades, quieres pedir otra toalla de baño, porque la que llevabas afaldonada, como senador romano en las termas, se puso pingando con la ducha. ¿A qué número de teléfono hay que llamar? He aquí otra evidencia de la desunión tecnológica europea. Cien euros son cien euros en dracmas o en liras, pero en unos teléfonos de centralita de hotel el número de la operadora es el 9, mientras en otros en el 9 te sale el servicio de habitaciones, que te traen un desayuno continental sin pedirlo: la operadora era el 0. Y nada digo para obtener línea exterior. Puedes acabar poniendo una conferencia con Nueva Zelanda cuando quieres llamar a tu hija en Barcelona.

Y quien dice los cargadores de móviles, los grifos de la ducha o los números de las centralitas, dice esa panoplia de mandos a distancia de la TV sobre la mesa de la salita: el mando del televisor, el del vídeo, el de Vía Digital, el de Canal Satélite, ahora el mando del DVD del regalo de Reyes. Ni en el puente de mando del portaaviones "Príncipe de Asturias" hay tantas teclas como en los siete mil mandos de la tele sobre la mesa de la salita. ¿Por qué no unificar en un solo cacharro todos los mandos a distancia, como el euro? Porque no sé qué me pasa, pero siempre acabo intentando poner "Tómbola" con el teléfono móvil del cargador de marras, que no sé por qué está también allí encima.

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