Clic para ir a ¡HOLA! en Internet

Ir a "¡Hola!" en Internet

De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3014 - 16 de mayo del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
Clic para ir a la página principal

Página principal-Inicio


Clic

 
"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

"JAZMINES EN EL OJAL", nuevo libro de Antonio Burgos

 

Artículos anteriores en ¡HOLA!
Recuadros
LA LAVADORA DE DOÑA CRISTINA Artículos anteriores en ¡HOLA!
 

Vivir en Barcelona tiene que ser una maravilla. Cada vez siento mayor envidia de los vecinos de la Ciudad Condal, a cuya cabeza pongo, porque debe pasar por delante según protocolo, a S.A.R. la Infanta Doña Cristina, feliz madre que ha añadido al título de Real de su familia el de numerosa. Cosa insólita. En esta nación de hijos únicos o todo lo más de la parejita, y con estas personas regias tan normales, ya casi es más fácil encontrarse por la calle una Familia Real que una familia numerosa.

Envidio a los barceloneses por la gran capital en que viven, por sus calles sin atascos, por su nivel de renta, su floreciente industria, su pujante comercio. Los envidio por el Liceo, por su afición al excursionismo, por su industria editorial. Pero, sobre todo, los envidio como a los pilotos de Fórmula 1.

-- A ver, explíquese: ¿cómo es eso que le dan envidia los pilotos de Fórmula 1?

Usted los habrá visto por televisión, cuando dan una carrera de Fórmula 1. ¿Ha visto llegar esos coches de carreras a los boxes, cuando se detienen para una emergencia? Llega el coche, se detiene, y automáticamente salen diez o doce mecánicos uniformados con los colores de la escudería, que inmediatamente rodean al coche. Ya es mérito que no se den codazos entre ellos, pero mayor logro es aun que, sin que venga el señor Sánchez, que suele ser el encargado de todos los talleres de coches, cada uno sepa lo que tiene que hacer. Aquél se va al motor y aprieta no sé qué; el otro, con un compañero, se va a la rueda, le meten un gato, la quitan y sustituyen en un plis, plas. Cada vez que veo a los mecánicos de la Fórmula 1 me acuerdo del último pinchazo que sufrí. Sólo averiguar dónde estaban el gato y la rueda de repuesto en el maletero me llevó más de diez minutos. Y, gato en mano, casi otros diez minutos localizar el estribo interior de la carrocería donde había que introducir el perno, el famoso perno. En disposición de disponerme a dar a la manivela estaba cuando mi mujer me dio el más sabio de sus consejos:

-- ¿No será mejor llamar a los de ADA?

Y me acuerdo de la Fórmula 1 cuando llevo el coche al taller. Como no soy campeón mundial, cuando aparco en aquellos boxes no sale ejército de mecánicos alguno. Con mucho esfuerzo consigo que me atienda, por fin, el recepcionista de bata blanca. Se entera del mal que aqueja a mi coche y veo que pone mala cara, como cuando el médico te va a decir que tienes algo grave. Será cosa de la bata blanca. Dice con mucho misterio:

-- Ese ruido va a ser que tiene roto el estabiliande de la tragafunda de la moquisá, y veremos a ver si tenemos el repuesto en el almacén o hay que pedirlo a Barcelona...

No falla. En el almacén tienen siempre el termostato del centralizador del cierre de puertas y el algarín del permutor del delco, pero nunca el estabiliande de la tragafunda de la moquisá. La que se le ha roto a nuestro coche, precisamente esa pieza y no otra, tienen que pedirla siempre a Barcelona. Donde siempre es fiesta. Los andaluces tenemos fama de juerguistas; mas, para fiestas, Barcelona: especialmente cuando tiene que venir la pieza desde allí. Preguntamos cuánto tardará el famoso estabiliande y siempre nos dicen:

-- Pues no sé, porque hoy es jueves, y como mañana viernes es allí fiesta y ya hasta el lunes no trabajan...

No falla. En el coche y en todo aparato doméstico. Se rompe la lavadora, y la pieza que falta tiene que venir de Barcelona. El frigorífico roto no puede volver a funcionar hasta que venga la pieza de Barcelona. De Barcelona la pieza para el vídeo y de Barcelona la del aire acondicionado estropeado. Cuando llego en avión al aeropuerto del Prat y veo tantísimas naves industriales en sus contornos, siento envidia de los barceloneses. Ahí están las piezas ansiadas. Todos esos almacenes están llenos de la famosa pieza que tiene que venir de Barcelona. Los barceloneses las tienen a dos pasos de su casa y nunca tienen que esperar hasta la semana que viene. Por eso los envidio. Me imagino que la Infanta Doña Cristina ha elegido por eso vivir en Barcelona. Para que cuando se le rompa la lavadora de la ropa de los niños no tenga que esperar que la pieza venga de Barcelona.

Clic


Clic para ir a ¡HOLA! en Internet Clic para ir a la portada

Indice de artículos de Antonio Burgos en "¡Hola!"

Volver a la portada de El RedCuadroClic para ir a la página principal