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              esa casa eran todos hermanos, menos una chica. Bueno, chica... La
              chica es de cuando se estudiaba Preuniversitario en vez de COU y
              había Selectivo de Ciencias en vez de Selectividad, echen las
              cuentas de los años que tiene, porque me parece siempre de mal
              gusto decir la edad de una señora. El caso es que la digamos
              chica, ya hasta abuela primeriza, me dijo, contándome lo que pasa
              siempre en las familias: 
              -- Es que tú sabes que mis
              hermanos y yo nos hemos llevado siempre como el ratón y el gato. 
              Le dije: 
              -- Hija, pon al día tus
              comparaciones, tienes que adecuarlas a lo políticamente
              correcto... 
              -- ¿Qué tiene que ver lo
              políticamente correcto con lo mal que nos llevamos los hermanos? 
              -- Es que la no
              discriminación en materia de sexo debemos aplicarla también a
              los animales. Si los políticos en sus discursos usan eso tan
              chocante "españoles y españolas" y "ciudadanos y
              ciudadanas", no debemos ser menos con los animales. ¿Por
              qué discriminas a las pobres ratonas y a las maternales gatas?
              ¿Por qué han de ser las gatas menos cazadoras que los gatos y
              las ratonas menos comedoras de queso que los ratones? Si quieres
              que no te digan que eres machista en materia de animales, di que
              tus hermanos y tú os lleváis "como el ratón y la ratona y
              el gato y la gata". 
              A partir de aquel machismo
              de mi amiga hacia félidos y roedores, comprendí que urge una
              campaña contra la discriminación de género en el reino animal,
              ahora que estamos en una sociedad avanzada donde cada vez hay más
              mascotas. Antes observaba en los supermercados de Alemania y en
              las tiendas de comestibles de Inglaterra que las secciones de
              alimentos para perros, gatos, pájaros, peces y conejos ocupaban
              casi tanto lugar como las de los humanos. No sé si hemos superado
              los listones europeos del PIB y de la inflación, pero cumplimos
              con creces los niveles mínimos de ese índice del bienestar
              económico que son las secciones de comida para mascotas de los
              hipermercados. Ya no somos un país tercermundista que da de comer
              las sobras a los animales domésticos, los huesos y pitracos a los
              perros y las espinas de pescado a los gatos. Hemos entrado en
              Europa de verdad cuando hemos comprobado que en cada barrio hay
              dos clínicas veterinarias y que la variedad de comidas para
              perros, gatos y conejos en la tienda de la esquina es tan amplia
              como la de potitos para bebés en la botica de la plaza. 
              De ahí que defienda la no
              discriminación de los animales por razones de género, y que
              puestos a la cursilería de "españoles y españolas" y
              "ciudadanos y ciudadanas" lo apliquemos a todo bicho
              viviente no humano. Por ejemplo, en esta moda del caballo que ha
              entrado, que parecen todas las familias la de Goyoaga o la de
              Domecq, ¿por qué lo elegante es que los niños aprendan a montar
              a caballo? ¿Y dónde dejamos a las yeguas? ¿Qué han hecho las
              pobres, mansas, dóciles yeguas de los picaderos para que nadie
              hable de ellas? ¿Es que nadie monta en yegua? Señora, si no
              quieren que la tomen por discriminadora de género y por machista,
              diga: 
              -- Mi hija está aprendiendo
              a montar en yegua. 
              De alguna forma tenemos que
              hacer ver la ridiculez absoluta de este falso igualitarismo no
              sexista de "ciudadanos y ciudadanas", que llevó a la
              otra, la pobre, a decir aquello ya tan famoso de "jóvenes y
              jóvenas". Creen que nos vamos a creer que por usar los dos
              géneros gramaticales yuxtapuestos la mujer va a conquistar los
              papeles sociales que se les sigue negando. El caso es que como
              todo se pega, menos lo bonito y los millones que tiene Bill Gates,
              esta costumbre, hasta ahora exclusiva de los políticos
              autotitulados progresistas también es ya de los llamados
              conservadores. Se presentaba el candidato a alcalde conservador de
              mi pueblo y se pasó todo el discurso dirigiéndose a los
              "sevillanos y sevillanas". Puede ser terrible la que nos
              espera en la inminente campaña electoral de las municipales:
              "madrileños y madrileñas", "valencianos y
              valencianas", "malagueños y malagueñas",
              "cacereños y cacereñas". Con esta cursilería de
              encabezamiento de carta comercial circular de "señor/a"
              y "amigo/a" hablan ya tanto el PSOE como el PP. Y eso
              que se llevan como el ratón y el gato. Perdón, como el ratón/a
              y el gato/a... 
                
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