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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3046 - 26 de diciembre 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

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Como soy hijo del cuerpo del Real Gremio de Maestros Sastres de Sevilla, me indigna la generalizada discriminación que el noble oficio sartorial sufre en las bodas. Cuando hay una boda, sea de campanillas o de Campanario, en la iglesia del barrio o en Los Jerónimos, todo el mundo sabe quién le ha hecho el traje a la novia: si Caprile, si las Molinero, o si la modista de toda la vida de la madre de la novia. En cambio nadie se acuerda, vaya por Dios, del sastre que le ha hecho al novio el chaqué, el traje o ese levitón como de cochero de "El Conde de Montecristo" que se gastan ahora algunos modernos.

Y no hablo a humo de pajas. Estoy pensando en la anunciada boda de mis queridos amigos Curro Romero y Carmen Tello, que celebrarán Dios mediante en el casoplón que se han hecho en el Aljarafe y que vieron retratado con todo su esplendor y gloria navideña en el pasado número de "¡HOLA!". En ese próximo bodón del año, todo el mundo sabe que a Carmen Tello le va a hacer el vestido de novia mi paisano y tocayo Tony Benítez. Pero nadie sabe quién le va a hacer el traje a Curro Romero. Y de trapillo seguro que no va a ir, conociendo la elegancia de quien vistió de luces con una majestuosidad pocas veces igualada. No ya los medios informativos: ni sus más cercanos amigos, entre los que tengo el honor de contarme, sabemos quién va a vestir para ese día feliz al Faraón de Camas. Nadie he leído en ningún lado ni ha oído por transistor o televisor alguno que Curro vaya a llevar un traje del maestro José Cañete, el cuñado de la recordada Juanita Reina, que es el sastre sevillano que le cose al Señor del Gran Poder, el que le corta las túnicas. Ni he oído que, en caso de que Romero vaya de chaqué, se lo vaya a coser Fernando Rodríguez Ávila, el que mejor corta las prendas de talle en Andalucía, y lo digo con orgullo de hijo de quien fue su maestro, el verdadero Maestro Burgos, que era el sastre.

Sin habérselo preguntado al Faraón, no me cabe la menor duda de que Curro Romero no irá vestido de corto (vamos, de flamenco), como antaño se casaban los toreros y como en nuestros días aún hemos visto a algunos matadores acercarse hasta el altar. El traje corto, de chaquetilla, camisa de chorreras, calzón, botos y sombrero de ala ancha, era el antañón uniforme civil de los toreros, para quienes el traje de luces era el traje de faena. Así se casó Rafael el Gallo con Pastora Imperio. Era la España de los uniformes, y cada cual se casaba vestido con el del cuerpo al que pertenecía. Lo de la tópica "sociedad civil" ha llegado al atiendo de los novios. Excepto maestrantes y militares (que se ahorran un dinero muy curioso en chaqué), todo el mundo se casa, digamos, de paisano. Los toreros no se casan de corto porque ya nadie se casa de uniforme, no por otra causa. Lo vi claro cuando en la basílica de la Macarena el valiente y pundonoroso Eduardo Dávila Miura, un encanto de hombre y de torero, se casaba con su novia de toda la vida, con Carmen Escudero Barrau. En la boda se me acercó el doctor Ramón Vila, el cirujano taurino, y señalándome el chaqué gris como de Príncipe Carlos de Inglaterra que le había hecho a Eduardo el sastre gaditano Pepe Berenguer, me dijo:

-- ¡Qué pena, Antonio, que los toreros ya no se casen vestidos de corto!

-- Ramón, es que ya nadie se casa de uniforme. ¿Tú has visto acaso que los médicos se casen de bata blanca? Deja al chiquillo con su chaqué gris, que está elegantísimo. Si, total, a los toreros, por los andares y por la planta, se les nota que son toreros aunque vayan vestidos de buzos...

-- Tienes razón. Antes los ingenieros se casaban con el uniforme de ingenieros, y los peritos iban de peritos, y los padrinos tiraban del uniforme de alférez provisional si hacía falta para no desentonar.

Venturosamente estamos en una sociedad desmilitarizada y no uniformada, al menos en la indumentaria. Ahora los uniformes nos los ponen por dentro, con la dictadura de lo políticamente correcto. Pero gracias a Dios, estamos en la España donde los toreros como Eduardo Dávila Miura se casan de chaqué. Que es el uniforme de las democracias, como cuando el Conde de Rodezno desafiaba a la España de las camisas azules y los uniformes con su chaqué, y Franco le dijo un día:

-- Hay que ver, Rodezno: usted siempre con el uniforme de las democracias...

 

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