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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3047 - 2 de enero  2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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LA ALMOHADA DE ISABEL PREYSLER Artículos anteriores en ¡HOLA!

En la más que loable tendencia de profundizar en nuestras raíces históricas, está abierta en el Museo del Ferrocarril de la antigua estación madrileña de Delicias la exposición "Viajes Reales en Ferrocarril". Se recrea allí el ambiente de lujo y comodidades que tenían los refinados coches de los antiguos ferrocarriles regios de tiempos de Don Alfonso XIII. Eran como miniaturas rodantes de salones del Palacio de Oriente sobre los caminos de hierro de aquellas viejas compañías que Renfe absorbió: Ferrocarriles del Norte, Ferrocarriles Andaluces o Madrid-Zaragoza-Alicante, con ese anagrama del MZA que blasonaba las estaciones de media España.

Con su lujo de Oriente Exprés, sus muebles de firma, sus alfombras, sus cortinas de encajes, su cristalería de la Granja, sus vajillas de Limoges, sus cuberterías de Chistopher, sus marqueterías con marfil, sus espejos biselados, no envidio en nada, salvo en la belleza de estos objetos, a aquellos trenes de los Reyes. Por muy lujosos que fueran los coches-salón de Don Alfonso XIII, para mí que, lujos aparte, los Reyes de España no han viajado con toda comodidad en tren hasta que Don Juan Carlos y Doña Sofía inauguraron en 1992 el Ave a Sevilla. Tardaron dos horas y cuarto en recorrer el camino que suponía más de una jornada entera para Don Alfonso y Doña Victoria Eugenia. Entre el placer del lujo lentísimo y la comodidad en la rapidez, mejor lo segundo. Con lo que cualquier visitante de esa exposición que admire los lujosos objetos podrá decirle a su mujer:

-- Déjate de cuentos de las mil y una noches del tren de los Reyes. Yo sí que te llevo a ti como una Reina cuando vamos a Córdoba, y vamos y volvemos en el día, y podemos dormir en casa, que como en casa de uno no se está en ninguna parte...

La comodidad es el supremo placer de los viajes. A pesar del lujo, aquellos trenes regios debían de ser incomodísimos. Por muy historiada que fuera la cama, cualquiera conciliaba el sueño... Por eso me acaba de ganar totalmente Isabel Preysler. Si admiraba su elegancia y serenidad, he quedado rendido ante su inteligencia cuando he leído la entrevista tras su proclamación como la más elegante por los lectores de "¡HOLA!". Siempre me inquietó el número de maletas con que Isabel Preysler llegaba al aeropuerto de Málaga para inaugurar oficialmente la temporada de baños en Marbella. Maletas buenísimas todas, por descontado, de Louis Vuitton, nada de esos cofrecitos con ruedas que los ejecutivos colocan bajo los estrechísimos asientos del avión. Ahora me explico la razón de tan copioso equipaje. Pocas maletas me parecen, cuando me he enterado que Isabel Preysler viaje siempre con su propia almohada. Ole. Eso sí que se llama confort y comodidad. ¿De qué vale que le den a uno en el Hotel Pierre de Nueva York o en el Ritz de París la más lujosa suite, si luego se extraña la cama y no se puede dormir? Isabel Preysler nos ha dado la clave: no extrañamos las camas, sino las almohadas. A buen cansancio no hay colchón excesivamente duro ni excesivamente blando. Pero la almohada es otra cuestión, no es para jugar.

Yo he estado en esos hoteles de cinco estrellas donde te ofrecen, con la carta de vinos del "room service", la carta de almohadas, para que pidas la que más te guste, si de plumas, si de lana, si de espuma sintética, si dura o si blanda. He probado pedir una almohada lo más parecida a la que uso en casa, y a pesar de ello hasta las tantas no he conciliado el sueño. Duermo, lo confieso, de un modo rarito: con almohada y cuadrante. De forma que cuando llego a un cuarto de hotel, lo primero que miro son los altillos del armario, para ver si hay cuadrante y pedirlo a la camarera de piso en caso contrario. No crean que es fácil pedir en Viena o en Friburgo un cuadrante si no lo hay. ¿Cómo se dice "cuadrante" en alemán? Por eso Isabel Preysler me ha convencido completamente. Nada, en mi próximo viaje, ni traje oscuro por si se tercia cena ni gabardina por si llueve. Lo primero que echaré en la maleta será, como la Preysler, mi almohada de casa. Y mi cuadrante. Que eso no lo dice la entrevista de Tico Chao, pero me pega muchísimo que la Preysler viaje también con su cuadrante. Sólo duermiendo como en casa de uno, con su propia almohada y su cuadrante, se puede uno levantar tan perfecto como Isabel, para quien las noches toledanas no existen ni aunque esté en la mismísima Conchinchina.

Sobre este tema, en El RedCuadro: Las maletas de Isabel Preysler

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