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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3073 - 3 de julio del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Cada vez más se tiende a igualar por abajo, hacia lo fácil, hacia lo cómodo, hacia lo rentable, hacia lo vulgar, hacia lo amoral o hacia lo políticamente demagógico. Por eso me encanta que frente a esta tendencia degenerativa haya síntomas de que en algunas cosas también se iguala por arriba. Ejemplo: el golf. Un deporte que era de millonarios de primera en su tercera edad se ha democratizado, y cada vez lo juegan más personas normales con problemas para llegar al día 30 de cada mes, pero con ansias de aire libre y vida sana. Y otro ejemplo, lo más de moda este verano: los cruceros. Aquel Curro que se iba al Caribe en los 90, harto de ir a Cancún o a Puerto Plata, ha descubierto los cruceros en los 2000. Antes no conocíamos a casi nadie que hubiera hecho un crucero. Para hacer un crucero había que ser dueño de media Extremadura y, encima, vender un cortijo para poder pagar el viaje. Por eso no conocíamos a ningún crucerista. Aunque todos queríamos serlo.

Comprobé el morbo de los cruceros con una curiosa historia que ocurrió en Espartinas, un pueblo del Aljarafe sevillano. Su alcaldesa, Regla Jiménez, es una de las máximas partidarias que tiene Fraga en toda España. Y como señal de las buenas relaciones entre Galicia y Andalucía, don Manuel regaló un crucero al pueblo de Espartinas. Era un crucero gallego, naturalmente: una artística cruz de piedra, con un Cristo de los caminos de Valle y Rosalía. Fraga escribió a la alcaldesa anunciando que regalaba al pueblo un crucero. Pero qué ansias de vacaciones en el mar no tendremos, que la alcaldesa tomó la palabra "crucero" en su acepción turístico-marítima y, honrada y transparente como pocas en el ejercicio del poder y en la administración de los caudales públicos, no se quiso quedar con nada. Otra alcaldesa y otros concejales se hubieran ido ellos solos al crucero regalado, y al pueblo que le fueran dando. Pero la alcaldesa puso por toda la villa un anuncio que decía: "Don Manuel Fraga va a regalar al pueblo un crucero. Los que quieran ir a este crucero pueden apuntarse en el Ayuntamiento."

La cola que se formó inmediatamente daba dos vueltas a la manzana. Todos querían ser como los protagonistas del telefilm del barco del amor o como los pasajeros de aquellos primeros cruceros españoles que anunciaba Mari Cruz Soriano. No es para descrita la frustración colectiva que sintió todo el pueblo cuando se aclaró que el crucero era de piedra, muy artístico, eso sí, y que no había transatlántico de lujo alguno. Lo que regalaba don Manuel Fraga era una cruz de piedra y no un viaje por las islas griegas que partiera de un puerto gallego.

Cuando veo las cifras estimadas de españoles que este verano harán un crucero veo cómo se están haciendo igualitarios los lujos de antaño. ¡Ni que don Manuel Fraga nos regalara un crucero a todos, pero no de piedra, sino de barco y de costas mediterráneas! Este año, 150.000 españoles, familias enteras, harán un crucero. Especialmente por el Mediterráneo, que no es por el Mediterráneo como tal, sino por el Adriático y el Egeo: mucha Venecia, mucho Dubrovnik, mucha Grecia y mucho Partenón. Otros tirarán por lo nórdico; ya se sabe, el crucero por los fiordos noruegos y el sol de medianoche. Y otros, los menos, con posibles para pagar los pasajes de avión de toda la familia hasta Miami o San Juan, se irán para el Caribe, muchas Islas Vírgenes, muchas Antillas mayores y menores. Y del mismo modo que antes sabíamos de un señor rico podrido que todos los veranos se daba el caprichito de un crucero o conocíamos lo bien que se lo pasó aquella marquesa cuando fueron de crucero con la compañía Ybarra a la boda de Don Juan Carlos y Doña Sofía en Atenas, el crucero está ya al alcance de todos los españoles. Que levante el dedo quien no tenga a alguien de la familia, a un cuñado, a una tía o una sobrina que no se vaya este verano con los niños y hasta con el perro a un crucero por las islas griegas. Y más españoles que iríamos a los cruceros que parece que los regala Fraga si las campañas de publicidad lograran acabar con su mala imagen dietética. Eso que dicen que como en los cruceros se come tanto, que las vacaciones en el mar son muy malas para conservar la línea. Cada vez que alguien ha dicho en mi presencia que se va de crucero, es que no ha fallado. Alguien ha dicho inmediatamente: "Ten mucho cuidado, que en los cruceros no se hace otra cosa que comer todo el santo día, se viene gordísimo..." A pesar de los kilos de más y a juzgar por todos los que presumen de que se van de crucero, el Mediterráneo, el Mar del Norte y el Caribe tienen que estar este verano de embotellado de cruceros como la M-30 a la hora punta de entrada al trabajo. Lo que no me negarán que es un gozo: igualar por arriba, por donde antes los exclusivos millonarios del crucero.

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