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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3117 - 29 de abril del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Piensen que viven en Venecia y se acerca el día de la Regata Histórica. Piensen que viven en Nueva Orleáns y se acerca el Mardi Grass. Piensen que viven en Río de Janeiro y se acerca el Carnaval. O sin ir tan lejos: piensen que viven en Pamplona y viene San Fermín, que viven en Valencia y vienen las Fallas o que viven en Toledo y se acerca el Corpus. Así estamos los que vivimos en Sevilla cuando llega, como ahora, la Feria de Abril. Bueno, de abril... La Feria del Abril termina en mayo. Por azares del almanaque o de la magia meridional, en Sevilla ocurren curiosas negaciones de la lógica, como de libro de los récords: la Feria de abril acaba en mayo; los seises que bailan ante el Santísimo no son seis, sino diez; el llamado Pasmo de Triana, el torero Juan Belmonte, no nació en Triana, sino cerca de la Macarena; un disminuido físico, Enrique el Cojo, fue maestro del baile flamenco, reconocido por la Unesco.

Sevilla está en la palestra. Aunque vivas en París o en Nueva York, si eres famoso o popular, millonario o artista de renombre y no vas a Sevilla, y no te ven por la Feria, o en los toros, o paseando en un coche de caballos, no eres nadie. Por lo cual debo presentar excusas a otras ciudades españolas en nombre de Sevilla. Comprendo que tanta Sevilla y tanta Feria deben de producir un cierto hartazgo en el resto de España, por el agravio comparativo. Con todo su valor y su universalidad, las Fallas de Valencia, las fiestas de San Fermín en Pamplona o el Carnaval de Tenerife no tienen esta omnipresencia mediática que la Feria. No de ahora, sino de siempre. Si yo fuera valenciano, me daría coraje que Jacqueline Kennedy hubiera salido en una portada histórica de "Life" vestida de amazona, de traje corto campero, a caballo en la Feria de Sevilla, y no de fallera mayor. Si yo fuera navarro, me fastidiaría que cuando ponen una foto de Orson Welles en los toros, aparezca siempre en una barrera de la Maestranza, y no en un burladero de la plaza que regenta la Casa de Misericordia y que frecuentó mucho más. Si yo fuera canario, protestaría por el relumbrón de los famosos en la Feria, cuando no nos enteramos del desfile de populares que hay en Las Palmas o en Tenerife cuando cantan las comparsas carnavalescas.

En el pecado de la universalidad de nuestra fiesta llevamos los sevillanos la penitencia. De las otras fiestas españolas hablamos con una cierta propiedad. Aunque Valencia, incomprensiblemente, no tenga tanta repercusión, todos hemos hecho un curso fallero, y sabemos decir con cierta propiedad "plantá", "mascletá", "cremá", "nit del foc" o "ninot indultat". No ocurre así con Sevilla. De momento es como si a las Fallas le dijéramos "la Falla", porque la Feria de Sevilla, singular y singularísima, es mentada erróneamente por muchos en plural, como "las" Ferias y no "la" Feria. Habiendo en sus paseos el más deslumbrante desfile de coches de caballos, mantenidos y conservados por iniciativa privada, quizá el más nutrido y valioso parque de vehículos de época del mundo, a efectos de tópico todo es reducido a "una calesa". Y en la Feria sólo va en calesa la protagonista de "El relicario" cuando lo cantaba Sara Montiel, "iba en calesa pidiendo guerra". En la Feria nadie va en calesa, sino en la riquísima e impresionante variedad de coches: milord, break, vis a vis, landó, peter... Llamar "calesa" a las hermosas e históricas carretelas que mantienen Rocío de la Cámara, Gabriel Rojas o Rafael Alvarez Colunga es como si redujéramos la "mascletá" al triquitraque y la llamáramos "petardazo".

Le pasa a la "calesa" y a "las ferias" como a los dichosos "faralaes" ("volantes" en el DRAE). En Sevilla sabemos al momento quién no es de aquí si le llama "faralaes" al traje de flamenca. En mi invitación a Sevilla les ruego que por favor, no llamen "faralaes" al traje de gitana o de flamenca. Que por cierto es el único traje regional español que tiene moda, con el que los gustos cambian cada año y que tiene una autentica Pasarela Cibeles o Salón Gaudí, con sus diseñadores famosos, como Lina o Salao. Los trajes de otras regiones se heredan de abuelas a nietas, pero aquí hay que estrenar uno, o dos, y a la moda, cada año. Para no dar la nota por fa, por faralaes, la única palabra que empieza por "fa" propia de Feria es farolillo.

Farolillos bajo los cuales el mundo entero viene ahora a buscar y a encontrar la alegría, bien ciertamente escaso. Dicen que el agua es un bien escaso, pero mucho más alegría de vivir. Bien abundante en estos días en esta ciudad a la que les invito, tan popular en toda España que, por delicadeza, los que vivimos en ella tenemos que presentar excusas, como las presento, ante la grandeza de muchas otras fiestas populares que no tienen la suerte mediática universal que Sevilla.

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