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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3142 - 21 de octubre del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Cristina está encantada. Las amigas ya no se burlarán más de ella llamándola abuelaza, cuando una tarde más les enseñe la última foto de su última nieta, de los cinco que tiene ya, de su hijo Gonzalo y de Cristinita, y le digan:

-- Ay, hija, parece que nadie más que tú en el mundo tiene nietos...

A Cristina su hijo Gonzalo le ha regalado lo que tanto se lleva: un portarretratos en forma de bolso. Aclaro, por si aún no los han visto: esos bolsos fantásticos en cuyas dos caras van estampadas las fotos queridas que se deseen, de los hijos, de los nietos. Sobre todo de los nietos. Son los bolsos más de abuela que he visto. Las que antes llevaban las fotos de los nietos dentro del bolso, las pasean ahora orgullosas impresas sobre el tejido sintético. Todas las abuelas de España, ahora mismo, cuando lean estas líneas, seguro que llamarán a esa amiga que todas tienen, puestísima en cuestiones de moda, para preguntarles:

-- Oye, ¿tú sabes dónde hacen esos bolsos con las fotos de los nietos, que quiero encargarme uno?

Hasta por Internet me han dicho que se pueden encargar, que mandas las fotos que quieras estampar por correo electrónico y contra reembolso y poco menos que a vuelta de correo te envían a casa el bolso terminado, con las fotos de esas dos preciosidades que son sus nietos o sus hijos, señora. Usted lo ha dicho, pensándolo al leer esta frase: es que son para enseñarlos.

Esta gozosa proclamación fotográfica de la natalidad y de la familia, en turbulentos tiempos de amenaza al matrimonio y a la procreación, me parece una maravilla. Como la proliferación de tiendas de ropa de niños, de moda infantil, de ajuares para los cuartos de los bebés, de los mil artículos que necesitan, desde el bañó al corralito, desde el tacatata al prodigioso juguete que proyecta estrellitas de luces en el techo para que se adormilen en su cuna. Cada bolso de una madre con la foto de sus niños, de una abuela con el retrato de sus nietos, es un mentís a los que creen que han aniquilado todo un sistema de valores, empezando por el sentido tradicional de la familia.

Y será quizá esta del bolso de las pocas formas en que pronto podamos ver preciosas fotografías de niños sin el rostro velado o sin una tira negra en los ojos, como ya comenzamos a observar reiteradamente en los periódicos. Esta sociedad contradictoria, que ataca a la familia y a la natalidad por un lado, por el otro se le va la mano en un quizá excesivo garantismo hacia los por otra parte inalienables derechos del niño. La otra tarde, en un jurado literario, coincidía venturosamente con Carlos del Narco, delegado en Andalucía de la agencia Efe, y con Alvaro Ybarra, director de ABC de Sevilla. Salió el asunto de las fotos de los niños en los bolsos e inmediatamente lo relacionaron con ese garantismo que nos está quitando de hecho cualquier foto infantil en una publicación, para evitar problemas. Contó Alvaro Ybarra que le costó resolver el que planteó el padre de un niño seguidor del Betis, al que habían sacado retratado en el periódico tras un partido en que el equipo de sus amores fue sonoramente derrotado. Aquel niño bético, con la camiseta verde y blanca, llorando por la derrota de su equipo, era un humanísimo símbolo de la afición en una jornada triste. ¡Para qué pusieron aquella foto! El padre protestó inmediatamente, aduciendo que por causa de la foto, su hijo había servido de burla a los compañeros del colegio, que además eran del equipo rival, del Sevilla C.F.

Carlos del Barco me contó el cuidado que ha de tener la agencia Efe antes de transmitir en su servicio noticiero de fotografías cualquier imagen en la que aparezca un niño. Tienen que recurrir a velarle el rostro, o a poner en sus ojos un rectángulo negro. O a sacarlos de espalda, para que no puedan ser identificados.

-- El colmo de los colmos --me dijo-- es que el otro día dimos la foto del comienzo del curso escolar y tuvimos que cuidarnos mucho de sacar la foto de un colegio, pero sin que apareciera ni un solo niño.

Bien está que se cuiden los derechos del menor, su intimidad, que se proteja a los niños, pero como suele ocurrir en esta España donde algunos tanto mercadean con ellos, me parece que nos estamos pasando en garantismos excesivos. Ante el memorial de agravios de los dos compañeros periodistas, les dije:

-- O sea, que es más que probable que la próxima foto de la Cabalgata de los Reyes Magos la veamos sin niños...

-- Pues sí, porque si sale un niño con cara compungida porque no ha cogido un caramelo, el padre es capaz de demandarte...

Frente a ese garantismo reglamentista que nos está dejando unos periódicos sin la alegría de la sonrisa de un niño, da gloria ver a estas madres, a estas abuelas, con las fotos infantiles estampadas en los bolsos, paseando una proclamación gozosa de esos valores de la familia tradicional ahora tan amenazados.

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