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Angel Vivas

"De un tiempo, de un país"

 

 

 

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Portada del número 720 de Epoca

Artículo publicado en la revista "Epoca"

Número  720, 14 de diciembre de 1998

Hay artículos de Antonio Burgos que, aparte de otros valores, deberían declararse de utilidad pública por el modo en que ayudan a entender de dónde venimos y, por eso, algo de lo que somos. Son artículos que está recogiendo en libros como Mirando al Mar Soñé y el recién aparecido Reloj, no marques las horas (Planeta)., Con voluntad de que constituyan un mosaico de la memoria de un tiempo y de un país que lo más jóvenes no conocieron y apenas deben entender: "Muchos de los artículos que escribo para un tipo de papel tienen voluntad de acabar en otro papel más duradero. Mi propósito es continuar con esta serie si es que obtiene el favor de los lectores", dice el escritor. Habrá pues un tercero y también con título de bolero.

La memoria que rescata Antonio Burgos es personal, pero también colectiva. Quiere decirse que algunas de las cosas narradas fueron vividas exactamente así por él, y otras las ha recogido de una tradición viva. Pero todas son reales, todas enfrentan al lector con lo que él mismo vivió.

Entre las primeras, está la experiencia de ir a esperar a su novia a la salida del colegio de ésta, junto con otros muchachos entre los que destacaba uno llamado Felipe, cuyo apellido nadie tenía muy claro (resultó ser González) y al que las chicas llamaban El Feo Maravilloso, porque era feo pero resultón, interesante: "Eso era justamente así. Colegio del Santo Angel, Sevilla, cursos del 61 al 63. Yo, en los primeros cursos de Filosofía y Letras; él, en alguno superior de Derecho. Su novia, Conchita Romero, no tenía nada que ver con Carmen Romero. Y se contaba entonces que su noviazgo no cuajó porque ella era muy de izquierdas para él, ella estaba en los círculos de Agustín García Calvo".

Así son los recuerdos que rescata Antonio Burgos. A veces, muy precisos. Pero muchas otras, lo que predomina es el ambiente, el aroma, ya lo hemos dicho, de un tiempo y un país. Aunque todo sucediera en un microcosmos sevillano. Pero es que Antonio Burgos aprendió muy pronto (de Delibes, sin ir más lejos) que se podía ser universal sin salir de la propia provincia. Y allí sigue; convencido de que en una ciudad como Sevilla queda más vida que en Madrid, sobreviven todavía arquetipos cervantinos que son pozos de sabiduría viviente, como personajes de Pemán; pero también de que en la periferia, como dicen sus amigos Victorio y Lucchino, hay que pagar un IVA que es el AVE: "El centralismo cultural sigue funcionando", dice él.

Igual que funciona --servidumbres de la fama-- un reduccionismo que le convierte a uno en articulista olvidando los libros que ha publicado, y luego en "ese señor que sale por televisión", olvidando todos sus artículos. "Claro que peor sería no ser reconocido de ninguna manera", precisa.

El articulismo diario, decía Alfonso Sánchez, era la última forma tolerada de esclavitud. En ella está Burgos, a quien le gusta decir artículo y no esa modernez de "la columna", que, además de ser un raro neologismo, le recuerda a él, sevillano hasta las cachas, la Cofradía de la Columna y Azotes. Artículos, pues. Muchos de los suyos son de lujo.

Angel VIVAS


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