Miércoles, 16 de febrero de 2000

Todas las Sevillas se congregan en torno al «maestro» Curro Romero


Antonio Burgos lo retrata en una biografía que repasa nuestra Historia reciente


EVA DIAZ PEREZ


SEVILLA.- Se habían citado en la plaza cuatro espadas para el mihura de la literatura. Y no fallaron. Antonio Burgos recreó la figura del mito con las metáforas del recuerdo, glosando las vivencias junto a Curro Romero. Las mismas que componen cada capítulo-tercio del libro Curro Romero, la esencia (Planeta), que ayer se presentó en Sevilla.

Antonio Burgos, escritor y columnista de EL MUNDO, explicó ayer cuánto tiempo había tardado en escribir el libro, «desde aquella tarde de 1957 en que un zagal de Camas, Curro el de Andrea, debutó en la Maestranza, una tarde de lluvia y campanas que aún no ha terminado».

Burgos ha paseado por los últimos 50 años de la Historia de España en la carne de un torero, de un tratado vivo de la tauromaquia. Retratando la cruda posguerra ha plantado la biografía de un mito. Curro Romero, la esencia es así una recreación de la vida del torero que habla en primer persona, como si el Faraón y su escriba -Antonio Burgos- estuvieran en la misma piel.

La tarde de toros reunió a otros espadas: Alvaro Domecq y Arturo Pérez-Reverte, que recordó sus lances con la ciudad y sus habitantes en la génesis de su célebre novela La piel del tambor, que se desarrolla en Sevilla.

«Mi hija lleva tres días sin hablarme. Es una ecologista a ultranza que no comprende cómo voy a presentar a un señor que mata toros. Pero es que este hombre a mí me hace comprender porque el hombre mata toros», confesó, haciendo una comparación gloriosa. «Estaba yo en la calle Sierpes desayunando cuando pasó Curro Romero. La gente lo paraba y le decía "maestro", con los pocos maestros que hay en este tiempo. Yo pensé que así tenía que pasear Belmonte cuando iba por la calle, como si pasara la Macarena», dijo.

Confesiones

Curro Romero, la esencia es un memorial de confesiones. «Cuando he leído este libro he comprendido la cara de Curro Romero cuando le tiran las almohadillas», dijo Pérez-Reverte. En el libro, el diestro se confiesa: «Esos momentos en que estoy sacando lo que llevo dentro, el cuerpo llega a no pesarme. Incluso llego a tener una sensación muy rara y difícil de explicar: que no tengo cuerpo, que no estoy allí. Es como una levitación, como si flotara».

Antonio Burgos lanzó su pluma y retrató a un hombre y a una época. Desde las tardes de canastos, tortas antiguas y perfiles de espadañas hasta la precocidad «de un niño espigado, moreno, con cintura de junco de río».

Eso sí, entre pasodobles y cercano olor a albero -que de todo hubo- se desveló el secreto de este mito, «que no tiene los pies de barro, porque es simplemente humano», como apuntó Reverte. Y es que «torea despacio, despacio, mirando con la profundidad de los hombres que saben lo que miran, sus hechuras, su mirada...», describió, untado de lírica, Alvaro Domecq.

En esta plaza entre literaria y taurina estaba lo más selecto de los tendidos sociales. No faltó la plana mayor del Gobierno: el ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja; el vicepresidente del Gobierno, Francisco Alvarez Cascos, con su esposa, Gemma Ruiz; el secretario general del PP, Javier Arenas y su esposa, Macarena Olivencia;el delegado del Gobierno, José Torres Hurtado; el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín; la ex alcaldesa y presidenta del grupo municipal del PP, Soledad Becerril... Aristocracia y toreo se reunieron para esta corrida. Entre ellos, la duquesa de Alba; Fran Rivera y Eugenia Martínez de Irujo, duquesa de Montoro; Carmen Tello, ex marquesa de Valencina y compañera de Curro Romero; María Luisa Guardiola, marquesa de Peñaflor; Alvaro Domecq, padre e hijo; Ramón Vila, médico de la Maestranza de Caballería; Miguel Baez Litri, padre, y su esposa, Concha Espinola; la marquesa de las Torres; Pepe Luis Vázquez; la ganadera Rocío de la Cámara y el primer teniente de alcalde de la Maestranza, Manuel Roca de Togores.

Antonio Burgos aludió antes del acto a que estarían «todas las Sevillas». Y efectivamente, también estuvieron artistas, periodistas, responsables culturales y del mundo del deporte. El autor hizo su memorial de ausencias: el fallecimiento de Doña María de las Mercedes, madre del Rey, y la ausencia por enfermedad de José Manuel Lara, director de Planeta.