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  Publicado en "El Periódico" de Barcelona , 21 de abril del 2000


'CURRO ROMERO. LA ESENCIA' UN ESPASA ATIPIC
Un torero que és un sentiment

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La literatura taurina s'enriqueix amb les càlides memòries del destre de Camas, transcrites pel seu amic Antonio Burgos

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Curro Romero, La esencia
Autor:
Antonio Burgos
Editorial: Planeta
Pàgines: 407
Preu: 2.900 pessetes

Empecé a querer ser torero cuando escuchaba los oles en el cortijo de Gambogaz, por las tardes, los días de viento. El viento traía aquellos oles desde Sevilla, desde la plaza de los toros, traspasando el río. Y yo los escuchaba allí, soñando entre las vacas de Queipo de Llano, porque los chiquillos oíamos hablar mucho ya de cosas de los toros, de Manolete, de Arruza, de Pepe Luis Vázquez...". Així comença Curro Romero. La esencia.

La literatura taurina, escassa i menyspreada a Espanya i molt difosa al sud i sud-oest de França, s'ha enriquit amb l'edició de les memòries de Curro Romero transcrites, com si es tractés d'un mà a mà, per Antonio Burgos des del tauroboli de La Maestranza de Sevilla. Es detecta tanta identificació entre el torero i l'escriptor que després de llegir l'obra bé es podria clonar un espasa, Curro Burgos, nou en aquesta plaça.

"Està escrit en andalú", diu sobre el llibre el seu autor. L'antiga amistat de Burgos amb Curro propicia un relat en primera persona càlid, espontani i senzill, capaç de traçar no sols un perfil fidel del destre de Camas, sinó d'interpretar i explicar la seva tauromàquia atípica i perfumada.

Mitjançant una descripció plena d'andalusismes que descobreix al lector la riquesa càlida d'uns girs ( "vinomosto", "asolerado", "omá", "ojú", "pitacos", "campofútbol", "caninas", etcètera), Curro revisa la seva vida i costums, la gent de diverses èpoques, i ho fa amb el temperament d'una verònica o un trincherazo d'aquells que l'han convertit en un repartidor d'essències, capaç d'escampar la màgia per continuar sent al 2000 un torero imprescindible per als curristes, aquesta ètnia estètica de fe gairebé religiosa.

Un jutge del Tribunal de Justícia d'Andalusia ha dit que "el currisme és un sentiment, una manera d'entendre la vida". Tot el relat, extens i farcit de successos que atrapen el lector, està presidit per l'espontaneïtat narrativa pròpia del subjecte que busca la soledat, defuig certa vida social i es refugia amb els gitanos per escoltar un cante i prendre's una copeta al costat de Camarón i de Rancapino.

--Curro, ¿tu quin públic prefereixes, el de Madrid o el de Sevilla?

--Home, jo el que prefereixo és el públic del tennis, que és més callat. Els dies que he de torejar, jo miro de calmar-me des que m'aixeco. Moltíssimes vegades, quan sóc a l'hotel al matí i vénen del sorteig, em quedo tan relaxat que m'agafa son i m'adormo una hora o una hora i mitja, fins que arriba el mozospás .

Que ningú busqui en les memòries de Curro secrets íntims del toro ni de la seva vida privada, perquè diu Burgos amb segones que "aquest llibre no l'ha escrit Jesús Mariñas". Al casament de Curro amb Concha Márquez Piquer li dedica escasses línies. Només hi ha --i és suficient per entendre el seu divorci-- un paràgraf elogiós per a Carmen Tello, l'actual companya.

L'autor passa per tota mena d'episodis amb delicadesa. Hi apareixen Queipo de Llano ("el general ràdio"), Juan Belmonte, El Gallo, Concha Piquer, Antonio Márquez, Lola Flores, Manolo Caracol, el seu pare, Caracol el del Bulto , Lozano Sevilla, crític taurí i taquígraf de Franco, nombrosos toreros, el rei Joan Carles, Maria de la Mercè i una infinitat de personatges anònims i entranyables, com el seu primer apoderat, Pepe Brageli, i El Loqui. El llibre recorda, suggereix, apunta si de cas, i per les coses privades hi passa de puntetes ara que les intimitats es compren i es venen.

Els seus episodis dolorosos, com el divorci i la mort de la seva filla, les trapelleries del taurinisme, les seves nombroses corrides infaustes, Curro els oblida, encara que en l'àmbit professional deixa respectuosament clares les seves opinions sobre certs matadors i la seva concepció ortodoxa de la tauromàquia: "La cabeza hay que conservarla siempre, aun en los momentos más difíciles. Tener miedo es señal de que mi cabeza funciona perfectamente. El miedo es lo natural, lo fuera de lo normal es vencerlo, estar entregando allí lo mejor que tú tienes, que es la vida".

Personatge apolític, Curro recorda la mà morta que el Cabdill li allargava a la llotja de Las Ventas en les corrides de beneficència, la grolleria de la policia, aquella indelicadesa enfront de l'artista quan el van retenir a la Direcció General de Seguretat de Madrid per negar-se a matar un toro. Des de la seva independència connatural mostra el seu respecte per la família reial, de manera especial per la desapareguda Maria de la Mercè.

Ella sentia debilitat per la toreria de Curro. Un dia que el destre va estar malament a La Maestranza, li van llançar el ramet de romaní a un altre torero que havia triomfat. Les persones que eren prop de Maria de la Mercè a la llotja l'hi van dir: "Señora, todo el romero que traían para Curro se lo están tirando a éste". Maria va respondre: "No, eso no es romero. Eso es jaramango".

Curro recorda una altra anècdota: "Una vez, en la corrida de la Prensa de Madrid, me invitaron los organizadores para que fuera como asesor del Rey, que en esa corrida ocupa una barrera. Y pasó El Jaro por el callejón junto al Rey y al verme dio una voz que se enteró todo el tendido: '¡Anda, Curro, que estás mal acompañao...!' Y el Rey es que se tiraba al suelo de risa. Y yo, en cuanto me senté, para guardar las distancias, me puse lo más lejos del Rey que pude, aunque estaba allá a su lado. 'Vente p'acá , hombre, Curro, no te pongas tan lejos de mí'. Me arrimo a él y pega una voz desde el tendido de sol: '¡Curro!' Y yo le dije al Rey: 'Me cago en diez, la buena vista que tiene ese tío, verme desde el sol!".

"Y en los oles se te van y se te vienen, hasta escucho algunos que yo oía cuando estaba guardando cochinos en el cortijo de Gambogaz, por las tardes, los días de viento, y los traía el aire de Sevilla desde la plaza de los toros. Cuando yo, al oírlos, soñaba que quería ser torero". Fi.

 

Juan Soto Viñolo

 

Un moment de relax per a Curro. Aquest cigarret entre faenes també forma part d'un art i una manera d'entendre la vida.


'CURRO ROMERO. LA ESENCIA' UN ESPADA ATIPICO
Un torero que es un sentimiento

 
La literatura taurina se enriquece con las cálidas memorias del diestro de Camas, transcritas por su amigo Antonio Burgos

Curro Romero.
La esencia
Autor:
Antonio Burgos
Editorial: Planeta
Páginas: 407
Precio: 2.900 pesetas
Empecé a querer ser torero cuando escuchaba los oles en el cortijo de Gambogaz, por las tardes, los días de viento. El viento traía aquellos oles desde Sevilla, desde la plaza de los toros, traspasando el río. Y yo los escuchaba allí, soñando entre las vacas de Queipo de Llano, porque los chiquillos oíamos hablar mucho ya de cosas de los toros, de Manolete, de Arruza, de Pepe Luis Vázquez...". Así empieza Curro Romero. La esencia.

 

Curro medita

La literatura taurina, escasa y ninguneada en Espa- ña y muy difundida en el sur y suroeste de Francia, se ha enriquecido con la edición de las memorias de Curro Romero transcritas, como si de un mano a mano se tratara, por Antonio Burgos desde el taurobolio de La Maestranza de Sevilla. Se advierte tanta identificación entre el torero y el escritor que después de leer la obra bien podría clonarse otro espada, Curro Burgos, nuevo en esta plaza.

"Está escrito en andalú", dice sobre el libro su autor. La antigua amistad de Burgos con Curro propicia un relato en primera persona cálido, espontá- neo y sencillo, capaz de trazar no sólo una semblanza fiel del diestro de Camas, sino de interpretar y explicar su tauromaquia atípica y perfumada.

Mediante una descripción plena de andalucismos que descubre al lector la riqueza cálida de unos giros ( "vinomosto", "asolerado", "omá", "ojú", "pitacos", "campofútbol", "caninas", etcétera), Curro revisa su vida y costumbres, las gentes de varias épocas, y lo hace con el temple de una verónica o un trincherazo de esos que le han convertido en un escanciador de esencias, capaz de esparcir la magia para seguir siendo en el 2000 un torero imprescindible para los curristas, esa etnia estética de fe cuasi religiosa.

Un juez del Tribunal de Justicia de Andalucía ha dicho que "el currismo es un sentimiento, una forma de entender la vida". Todo el relato, extenso y plagado de sucesos que atrapan al lector, está presidido por la espontaneidad narrativa propia del sujeto que busca la soledad, rehúye cierta vida social y se refugia junto a los gitanos para escuchar un cante y tomarse una copita al lado de Camarón y de Rancapino.

--Curro, ¿tú qué público prefieres, el de Madrid o el de Sevilla?

--Hombre, yo preferir, preferir, el que prefiero es el público del tenis, que es más callado. Los días que tengo que torear, yo trato de templarme desde que me levanto. Muchísimas veces, cuando estoy en el hotel por la mañana y vienen del sorteo, me quedo tan relajado que cojo el sueño y me duermo una hora u hora y media hasta que llega el mozospás.

Que nadie busque en estas memorias de Curro entresijos íntimos del toro ni de su vida privada, porque dice Burgos con retranca que "este libro no lo ha escrito Jesús Mariñas". A la boda de Curro con Concha Márquez Piquer le dedica muy escasas líneas. Sólo hay --y es suficiente para entender su divorcio-- un párrafo elogioso para Carmen Tello, su actual compañera.

El autor pasa por unos y por otros episodios con delicadeza. Aparecen Queipo de Llano ("el general radio"), Juan Belmonte, El Gallo, Concha Piquer, Antonio Márquez, Lola Flores, Manolo Caracol, su padre, Caracol el del Bulto , Lozano Sevilla, crítico taurino y taquígrafo de Franco, tantos y tantos toreros, el rey Juan Carlos, doña María de las Mercedes y un sinfín de personajes anónimos y entrañables, como su primer apoderado, Pepe Brageli, y El Loqui. El libro recuerda, sugiere, apunta si acaso, y por lo privado pasa de puntillas ahora que las intimidades se compran y se venden.

Sus episodios dolorosos, como el divorcio y la muerte de su hija, las trapacerías del taurinismo, sus muchas corridas aciagas, se las calla Curro, aunque en lo profesional deja respetuosamente claras sus opiniones sobre ciertos matadores y su concepción ortodoxa de la tauromaquia: "La cabeza hay que conservarla siempre, aún en los momentos más difíciles. Tener miedo es señal de que mi cabeza funciona perfectamente. El miedo es lo natural, lo fuera de lo normal es vencerlo, estar entregando allí lo mejor que tú tienes, que es la vida".

Personaje apolítico, Curro recuerda la mano muerta que el Caudillo le tendía en el palco de Las Ventas en las corridas de beneficencia, la ordinariez cateta de la policía, aquella indelicadeza frente al artista cuando le retuvieron en la Dirección General de Seguridad de Madrid por negarse a matar un toro. Desde su connatural independencia muestra su respeto por la familia real, de manera especial por la desaparecida doña María de las Mercedes.

Asta sentía debilidad por la torería de Curro. Un día que el diestro estuvo mal en La Maestranza, le arrojaron el ramito de romero a otro torero que había triunfado. Las personas que estaban cerca de doña María de las Mercedes en el palco se lo dijeron: "Señora, todo el romero que traían para Curro se lo están tirando a éste". Doña María respondió: "No, eso no es romero. Eso es jaramago".

Recuerda Curro otra anécdota: "Una vez, en la corrida de la Prensa de Madrid, me invitaron los organizadores para que fuera como asesor del Rey, que en esa corrida ocupa una barrera. Y pasó El Jaro por el callejón junto al Rey y al verme dio una voz que se enteró todo el tendido: '¡Anda, Curro, que estás mal acompañao...!' Y el Rey es que se tiraba al suelo de risa. Y yo, en cuanto me senté, para guardar las distancias, me puse lo más lejos del Rey que pude, aunque estaba allí a su lado. 'Vente p'acá , hombre, Curro, no te pongas tan lejos de mí'. Me arrimo a él y pega una voz uno desde el tendido de sol: '¡Curro!' Y yo le dije al Rey: 'Me cago en diez, la buena vista que tiene ese tío, verme desde el sol!".

"Y en los oles se te van y se te vienen, hasta escucho algunos que yo oía cuando estaba guardando cochinos en el cortijo de Gambogaz, por las tardes, los días de viento, y los traía el aire de Sevilla desde la plaza de los toros. Cuando yo, al oírlos, soñaba que quería ser torero". Fin.

 

Juan Soto Viñolo

 

Un respiro para Curro. Ese cigarrillo entre faenas forma parte también de






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