Lunes, 26 de junio de 2000 Pinche para conectar con el Diario El Mundo


EL LIBRO DEL DIA
Esencia de Romero
 
JAVIER VILLAN

CURRO ROMERO: LA ESENCIA

Editorial Planeta. Autor: Antonio Burgos

Páginas: 407.

Precio sin descuento: 2.900 ptas.

Chaves Nogales, entre otros méritos, tuvo la virtud de inventarse una fórmula literaria para desvelar a Juan Belmonte: el relato en primera persona. Es, obviamente, un convencionalismo implícitamente aceptado que aproxima el héroe al lector; y que, de alguna manera, ha creado escuela. Antonio Burgos ha elegido y desarrollado con brillantez esta fórmula. Nadie se cree que Belmonte hablara como le hace hablar Chaves Nogales; igual que nadie se cree una muerte en escena, aunque vale para entendernos. Son las reglas del juego. La clave está en el grado de aproximación del escritor al protagonista biografiado. El grado de identificación de Antonio Burgos con Curro Romero parece absoluto. Y esta transustanciación nos lleva a otro aspecto que refuerza la unión hipostática de dos naturalezas, la del escritor y la del torero: la disolución de Curro Romero en el espíritu de Sevilla rebasa la categoría de símbolo para hacerse naturaleza única e indisociable. Esta transustanciación ya la vio clara hace algunos años Luis García Caviedes en su libro Curro Romero mito de Sevilla.

Sobre este triángulo de realidades que se prestan sentido unas a otras -Antonio Burgos, Curro Romero, Sevilla- se articula este libro que tiene un subtítulo solemne como un redondo de Curro y eficaz como el volapié de cualquier otro torero que no sea Curro: La esencia. Presta Burgos la herramienta de su voz literaria a los silencios de Curro Romero y el registro popular y culto no disuena; la voz resultante tiene resonancias de copla, de flamenco en penumbra, de cultura popular de siglos. Son esencias compartidas, naturalezas al unísono disueltas en otras naturalezas. Como aquella de Camarón, esencia de cantaores, tan íntimamente unido al arte de Romero que lo definió en un cante como «la esencia de los toreros».

No es una biografía al uso, salvo al uso de A. Burgos; ni una tauromaquia al uso, salvo al uso de Curro Romero. Es un eterno Domingo de Resurrección en la Maestranza. Con sus Viernes Santos, claro; con sus calvarios, sus madrugás, sus cuaresmas y sus alboreás. Un libro que habla de un muchacho, bracero o zagal en un cortijo, pinche de botica, habitante de la gloria unas tardes y del infierno otras; un hombre que nació hace 66 años y que todavía se pone delante del toro. A lo que se ve y se lee, un hombre ni conservador ni progre; ni tímido ni altanero; ni triunfador ni fracasado; Curro Romero, simplemente: por encima de groseras simplificaciones. En él, en Romero, muchas gentes de bien, prendadas y prendidas de su capotillo, han hallado la razón de su vida. Esa es otra cuestión que diviniza al Faraón de Camas: dar sentido a tantas fascinaciones irredentas.

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