Memoria de Andalucía

El Mundo de Andalucía, sábado 20 de diciembre de 1997

Antonio Burgos

RAFAEL DE LEON: VIDA Y CANCIONESPinche para ver las coplas de Rafael de León

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De Rafael de León a los campanilleros  Web "Rafael de León: Vida y canciones"

 

Con el dictador vivo, con el Tribunal de Orden Público funcionando y dictando condenas por propaganda ilegal (la vietnamita) y por asociación ilícita (la célula del Partido en la Universidad), era de todo punto impensable que llegada la democracia se fuera a producir esta eclosión hipertrofiada. Eran años en que, por ejemplo, Manolo Vázquez Montalbán publicaba en Triunfo su espléndido serial (luego libro) "Crónica sentimental de España", donde se hablaba, por ejemplo, de la copla, pero de un punto de vista de lo "camp", un concepto impuesto por Susan Sontag en el topiquillo de la época de apocalípticos e integrados. Era una visión apocalíptica de lo folklórico español en la que ni podía pasar por la imaginación que andando los años, promulgada la Constitución, autorizados todos los partidos políticos, restaurada y consolidada la democracia, se fuera a producir el extraño fenómeno de la integración de las señas de identidad andaluzas que habían pasado por españolas durante la dictadura. "Castañuela 70" se llamaba un espectáculo de éxito para la cultura progre, en el que se cuestionaban precisamente estas claves de la cultura tradicional. Andando los años, escuchar a Concha Piquer y proclamar la belleza de la copla dejó de ser pecado civil y dejó de estar condenado por aquellos progres oficiales que imponían unos esquemas culturales y que no nos perdonaban ese desviacionismo.

Rafael de León puede ser el ejemplo. Rafael de León se murió sin la dicha de conocer lo popular y estimada que iba a ser su obra por aquellos mismos que años antes lo tenían como un apestado, como un poetastro de tercera división, un mal imitador de Lorca... Rafael de León se murió con la pena de que Luis Uruñuela, como primer alcalde democrático de Sevilla, no pudo lograr el consenso municipal del Partido Socialista y del Partido Comunista para otorgar al poeta el título de hijo predilecto de aquella Sevilla cuyo no nombre no se le cayó de los labios en ninguna de sus miles de coplas. A duras penas consiguió Uruñuela que se le pusiera una glorieta del Parque con su nombre, y cuando reuní, con un prólogo-estudio biográfico, los poemas y canciones del inolvidable escritor andaluz en una antología que editó el Ayuntamiento de Sevilla en 1980, los pontífices de la literatura me miraron con los mismos malos ojos que al Rafael de León que despreciaban. Hasta el punto de que ni el mismo León valoraba lo suyo, sintiéndose despreciado por los que se autoproclamaban poetas, escritores, artistas. A él ni siquiera le concedían el mérito de coplero. Y burlándose de sí mismo y de los demás, solía decir con honda guasa sevillana:

--- Yo no hago versos, yo hago berza...

¿Se hubiera podido imaginar Rafael de León que apenas a los diez años de aquello "Tatuaje" iba a ser proclamada por toda la progresía andante como un monumento histórico-artístico del siglo XX, y que en plena cultura de la modernidad y el progreso su obra habría de recibir el homenaje de ser integrada en la estética de la Exposición Universal de 1992 a través de "Azabache", la gran producción sobre sus coplas? Conviene recordar que hubo una auténtica retracción de las manifestaciones de la cultura popular: unas, por franquistas; otras, por pasadas de moda; la verdad es que la cultura popular ha sobrevivido de milagro. No podía reconocerse, por ejemplo, la tarea de recuperación etnográfica que hicieron durante muchos años durante la dictadura los coros y danzas de la Sección Femenina de la Falange. Estos coros salvaron bailes y cantos en trance de pérdida, como las sevillanas boleras, como "Los panaderos" como "El olé de la Curra". Los progres no querían reconocer la realidad. Que era que la Sección Femenina, mutatis mutandis y bajo otra ideología, realizó una labor análoga al espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, a los seguidores del padre de los Machado, a La Barraca de García Lorca... Y restaba, por otro lado, la cultura de "lo moderno", la influencia americana, la incipiente televisión, el inicio del consumo masivo de discos.

En estos días que huelen a alhucema de la copa, recuerdo que los campanilleros, ahora floridos y profusos, ora en coros rocieros, ora en conjuntos de los pueblos, de los centros de enseñanza, estuvieron a punto de extinción en los últimos años del franquismo. Para la mentalidad del desarrollismo franquista, eran algo deleznable por tradicional. Para la mentalidad de los progres, era algo perteneciente a la cultura religiosa popular, que había que sustituir por unos esquemas de sociedad civil. A duras penas podía oírse el Coro de los Campanilleros de Bormujos. O al magnífico coro de la Hermandad de Santiago, a los coloraos, a los de la Plaza, de Castilleja de la Cuesta. Cantaban sus coplas de pastores y campanillas como una resistencia a un mundo que no les comprendía. Hoy es inexplicable, pero en 1981 sólo alguien con las ideas muy claras sobre Andalucía como Juan Manuel Albendea, delegado regional del Banco de Bilbao, apoyó una iniciativa que tuvimos Ignacio Martínez y este cronista. Al igual que años antes, con Gonzalo García Pelayo y para Movieplay, habíamos reunido a los supervivientes de las murgas sevillanas, con Manolín y Escalera, y le habíamos grabado un documento que se titula "Murga sevillana de la Alameda", en 1981 nos fuimos con un equipo de grabación a la iglesia de la Plaza de Castilleja e hicimos aquel disco "Pastores y campanillas" que regaló aquellas Pascuas el Banco de Bilbao. Al día de hoy creo que son ya 75.982 los coros de campanilleros que gracias al Dios que nace hay en Andalucía...


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