El Mundo

Memoria de Andalucía

El Mundo de Andalucía, sábado 19 de julio de 1997

Antonio Burgos

La paga del 18 de julio

 

El 18 de julio estábamos siempre de veraneo. Era día de fiesta. De fiesta nacional, naturalmente. El calendario del verano, como el almanaque del invierno, estaba lleno de fiestas nacionales. Lo malo de las fiestas nacionales del verano es que, sin colegio, no tenían tanta gracia como las del invierno. En verano estaba la fiesta nacional de Santiago, que era Patrón de casi todo, Patrón de España, Patrón de Galicia, a veces hasta con Año Santo y todo,, Patrón de la Caballería española y Patrón de todo lo que se terciase. Santiago era de los nuestros. En la escalera principal del Ayuntamiento estaba Santiago en su caballo blanco de la batalla de Clavijo, que era el mismo caballo que hubiera tenido El Guerrero del Antifaz si no hubiese sido de la gloriosa infantería. Santiago estaba en la escalera del Ayuntamiento en todo lo suyo. Matando moros, como Dios manda. Dios mandaba matar moros. Aunque con los moros y con Santiago siempre nos hacíamos un lío bastante grande. Los moros también eran de los nuestros. Los moros habían venido a salvar a España de las hordas marxistas en el Convoy de la Victoria. En la guerra, Santiago había parado de matar moros y los había dejado que nos ayudaran. Eran moros amigos. Moros del Protectorado que luego habríamos de conocer en Tánger cuando jugaba allí el Betis, moros que vendían plumas Parker y relojes Cauny Prima, moros de las piedras de mechero, moros que voceaban el diario España por el Bulevar Pasteur de Tánger, sin pronunciar las pes, porque los moros no pronunciaban las pes ni las eñes:

---Esbania, ha salido Esbania...

Tanto lío nos hacíamos con los moros y con Santiago, que una vez que vino un rey moro, o un Abdullah de los muchos Abdullah que nos llegaban para romper el cerco internacional, m fue al Ayuntamiento a que lo recibieran como Dios manda recibir a los moros amigos, y tuvieron que poner un tapiz isabelino sobre el cuadro de Santiago Matamoros, para que no viera el hombre al Apóstol de la Caballería en su caballo blanco cortando cabezas de sus colegas, a Santiago, decididamente, no le gustaban absolutamente nada los vendedores de piedras de mechero, Ronson por más señas, del muelle de Tánger.

El 18 de julio era fiesta nacional, pero no era día de precepto. A pesar de eso, en el pueblo del veraneo, siempre íbamos a misa el 18 de julio. Una misa que más que el cura, parecía que la organizaba el alcalde, en aquel día que había empezado con la diana que la banda municipal iba tocando por todas las calles, y en la que siempre tocaban lo de "la mujer rusa" de "Katiuska", que yo nunca comprendí por qué lo tocaban, si los rusos no eran de los nuestros. Luego, en la misa, el alcalde estaba allí, en el banco de la primera fila, con el comandante de puesto de la Guardia Civil con su tricornio de gala de galones amarillos y con don Cayetano, que como había sido ex-combatiente y era mutilado de guerra, ese día se ponía el uniforme con muchas medallas. El alcalde llevaba su camisa azul. Era el único día que lo veíamos con su camisa azul. No vestido de uniforme con guerrera blanca, como el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Sevilla, sino de alcalde de pueblo, de manifestante de la plaza de Oriente de Franco. El alcalde iba vestido de disanto, con su mejor traje y con la camisa azul debajo. Y con la corbata negra. Siempre nos impresionó la corbata negra de la camisa azul de los falangistas, que en el colegio nos explicaba El Sifón en clase de Formación del Espíritu Nacional, vulgo Política:

--- Los falangistas se pusieron la corbata negra por el fusilamiento de José Antonio en Alicante y todavía no se la han quitado, porque José Antonio está siempre presente...

Y el alcalde se llevaba a la puerta de la iglesia la banda municipal, de modo que cuando don Felix el cura alzaba en la consagración, tocaba de todo: tocaban las campanas, tocaba el armonium la Marcha Real y también la tocaba fuera, solemne y tristona, la banda municipal. Muy malamente, pero la tocaba. Y nos emocionábamos, ¿quién no se emocionaba? Entonces todos éramos vencedores. Entonces no pensábamos siquiera que en aquella guerra había habido vencidos, ni llegábamos a presentir que algún día, por antifranquistas, nos sentiríamos moralmente en el bando de los perdedores. La radio, desde por la mañana, había estado dando marchas militares. Radio Sevilla estaba como en los buenos tiempos de Radio Sevilla, y la tía María, aunque era tan monárquica de Don Alfonso XIII y ahora oía Radio París por las noches, volvía a recordarnos cuando oían las charlas de Queipo en el Retiro Obrero. Sonaban una y otra vez "Los voluntarios" y allá por la tierra mora, allá por tierra africana un soldadito español de esta manera cantaba... Y don Felix el párroco, en las homilía, siempre hablaba de las hordas marxistas que asesinaron a don Pedro Carballo. Don Pedro Carballo era el párroco cuando la guerra, y lo mataron los rojos antes de quemar a la Virgen de Guaditoca. Allí, en el presbiterio, había una lápida que lo recordaba.

Nuestro 18 de julio, como era de pueblo y de veraneo, era mucho más patriótico que el de la capital. El 18 de julio de la capital era fundamentalmente la paga extraordinaria que había mandado dar Girón de Velasco, que era falangista, como el alcalde, con la misma camisa azul debajo del traje de los domingos. El 18 de julio, por ejemplo, era irse a la terraza del Baturone, en la ronda, y gastarse la paga en gambas. La España en paz era un papelón de gambas comprado con la paga de Girón de Velasco. Andando el tiempo, ya en la estética de los XXV años de paz, una noche de calor, saliendo de la redacción del periódico, El Chupa, el telefonista, me dio el mejor resumen del patriotismo obrero del 18 de julio, los papelones de gambas de los vencidos:

--- ¿Usted ve las gambas de Baturone? Bueno, pues las mejores gambas de Baturone se las va a comer El Chupa con la paga del 18 de julio...


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