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Memoria de Andalucía

El Mundo de Andalucía,   sábado 7 de noviembre de 1998


Miliciano muerto en el frente de Córdoba

Miliciano muerto en el frente de Córdoba

La muerte del miliciano, de Robert Cappa, vista por Idígoras y Pachi

Como suele decirse, el fotógrafo estaba allí. Y como no suele decirse, pero acostumbra a ocurrir siempre, el dolor estaba aquí, en Andalucía, por bajo de Despeñaperros. El fotógrafo se llamaba Robert Cappa. Venía con las Brigadas Intencionales. Siguió yendo toda su vida con todas las Brigadas Internacionales de todas las guerras, hasta que los nuevos hitlerianos del Vietnam se la quitaron de un tiro. Cappa iba a los más desconocidos lugares del dolor y del horror en el mundo. Llegado como tantos cronistas a la Guerra de España, no se quedó tomando copas en la barra del bar del Hotel Florida de Madrid como Hemingway, a quién de la guerra de España le sonaban campanas, pero no sabía donde, por lo cual decidió buscarlas en la barra del bar del Hotel Florida, del Florida de Madrid al Floridita de La Habana y tiro porque me toca que el tiro, tiro de muerte se lo peguen a un miliciano en el frente de Córdoba. Adonde se ha ido Cappa, que siempre busca los más desconocidos lugares del dolor y del horror. Por ejemplo, Andalucía en la guerra civil. En la leyenda de la guerra civil española no es Ebro, Teruel, Belchite, Pingarrón, Jarama todo lo que reluce. Por la gran calle de Alcalá del frene de Madrid, en aquel inicio de la guerra, desfilaban con sus chaquetones de cuero las Brigadas Internacionales. Al micrófono de Radio Madrid, La Pasionaria anunciaba que no pasarán. El Puente de los Franceses se hacía copla gaditana de Rafael Alberti para las bombas que tiraban los fanfarrones de Franco desde la Casa de Campo, Trocadero de tragedias.

Madrid qué bien resistes los bombardeos, pero Andalucía, como te tragas por dentro tu dolor y tu sangre, el río de sangre en que se ha convertido el Guadalquivir, que parte ahora a Andalucía en dos, como en tiempos de los moros. Por una orilla, los moros, los mismos moros, que son ahora los moros de Queipo de Llano dando vueltas por los pueblos a cuya sola entrada se llenan de mujeres con mantones negros de luto, y con paredes de los cementerios chorreadas de sangre, La que reluce es la gran calle de Alcalá la Real, de Alcalá de los Panaderos, de Alcalá del Valle, cuando suben y bajan los andaluces matándose. Batallas andaluzas de la guerra de las que nadie habla y que Cappa busca. Bombardeo de los republicanos malagueños que van por la carretera huyendo de los fascistas hacia Almería, yo me subí a un pino verde a ver si la divisaba, pero sólo divisé el polvo de las Tropas Voluntarias Italianas que ya toman Ronda, ya bajan por la Cuesta de las Pedrizas, ya detienen a Arthur Koestler, de Bolín, Bolán por la Andalucía de la secreta guerra, de los oscuros frente que no salen en el parte de la corneta de Radio Nacional de España, pero en donde todas as mañanas mueren los hombres en lomas florecidas de espinos. Orillas del Guadalquivir, frente del Muriano, de Castro del Río, de Lopera. Muerte de españoles y sangre de las brigadas. Quintas banderas de Falange, infantes de Marina de la Real Isla de León, jerezanos requetés, que son campaneros del barrio de la Merced para el doblar a muertos que no puede oír Hemingway, La Pasionaria dice que no pasarán, pero por aquí están pasando las duquelas los andaluces.

Así que si quieres a escribir a Cappa desde la redacción de un periódico de Nueva York, ya sabes su paradero: en el frente de Córdoba, carretera del Muriano, primera línea de fuego. A mí la Legión. Españoles a morir. UHP. Muera el Fascio. Y mueren los andaluces, que a esta guerra van también de jornaleros, sin más fortuna que la negra suerte de un viejo Mauser entre sus manos, unas trinchas, unas cartucheras sobre el mono de segar trigo, de aventar en la era, de coger espárragos trigueros, de apañar aceituna. Cosecha de muerte entre los olivares de Córdoba. En Sevilla, Serrano hace la foto de Queipo de Llano al micrófono de la radio, en su despacho de azulejos y chaquetas blancas, y en Córdoba, Cappa hace la foto de la secreta muerte de la guerra en Andalucía. Como siempre, la imagen de España que da la vuelta al mundo es un símbolo de Andalucía. Ahora para representar a España no sale un torero, un flamenco, un toro, un caballo. Sale la muerte de un miliciano. La foto de un jornalero ganándose el pan de cada día de la muerte. Es como el negativo del Guernica, sin caballos, sin antorcha, sin mujer, sin gritos. Silencio de campo andaluz tras un disparo que suena. Silencio de besana. El secano regado por la sangre.

Y Robert Cappa no lo sabe, pero está haciendo la foto del fusilamiento de García Lorca, del fusilamiento de Blas Infante. Está haciendo la foto del terror de Almería bombardeada, de Córdoba callada en los cementerios del amanecer y los tiros de gracia, salada claridad de un Cádiz que, como Andalucía toda, ahora es tumba de la Libertad. Cappa no lo sabe, pero hay veces en que se puede hacer una fotografía a un millón de muertos.

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