El Recuadro

El Mundo de Andalucía, miércoles 22 de octubre de 1997

Betis, 5; Curro, 3

 

Empecé a leer, como todas las mañanas, a Antonio García Barbeito, querido hermano de la Cofradía de la Columna (tres pasos), y cuando vi que en el título ponía "El tarro", me dije:

--Ea, otra columna sobre Chaves...

Pero no. Resulta que el tarro era el tarro de las esencias famoso del excelentísimo señor don Francisco Romero López, vamos, Curro Romero en el siglo de las luces del traje de luces. A mí lo del tarro de Curro no me gusta nada. Es cacofónico. Parece que está hecho como para que lo diga Martín Prieto en el picotazo de Luis del Olmo, arrastrando las erres a la francesa, como Liliane, la productora del muy torero Salvador Távora. El tarro de Curro me suena al perro de San Roque, a los tres tristes tigres del tópico del arte. Para las esencias del señor Romero, un tarro me parece poco. Mejor, amigo Barbeito, pongamos un ánfora. Un ánfora de aceite de la Bética, o un cántaro de la gañanía del cortijo de Gambogaz en todo caso, que en lo de Senatus Populusque Romanus que dice el pájaro de los armaos de la Macarena, el señor Romero cae más bien por el lado de Populusque, pueblo romano subyacente en esta Andalucía donde debajo de cada cortijo hay una villa romana, como nos descubrió aquel otro gran señor del campo andaluz que fue Manuel Halcón, a quien por cierto Alfonso Ussía relacionaba con Curro en un reciente, brillante artículo que tituló "Don Francisco Romero" después que conociera al Maestro tras mangarle unos langostinos en Oriza.

Me pide la afición un artículo sobre el Curro yacente de la Cruz Roja de Triana, que lo han llevado allí porque es la clínica de Sevilla más cercana a sus raíces camperas de Camas, que Curro es más de pueblo y de campo de cuanto pensamos, tenemos al Maestro por torero de Sevilla y lo es en tanto en cuanto símbolo de nuestra cultura agraria, El Faraón no es cultura urbana. Un lector hasta me da por Internet el arranque hecho: " Hasta los dioses tropiezan en el Olimpo, será para demostrarnos que aunque lo que hacen parece fácil no lo es, y que también son humanos y pueden dar un mal paso, y precisamente como humanos que son se fajan los machos y acaban lo que han empezado, sin ayudas, sin concesiones al tendido, que eso también es cursivo y no sólo el arte de saber administrar los tiempos.".

Yo tengo dos versiones sobre el tantarantán de Alcalá de los Panaderos. La primera procede del Currobetis. Hombre, si al Betis le metía cinco chupetes el Español, ¿qué menos podía hacer Curro que dejarse partir tres costillas por el novillo de Don Alvaro? La otra versión, que es la chachi, habla de nada menos que todo un hombre. Lo de Alcalá de los Panaderos ocurrió porque Curro es bueno como el pan. Curro, el viernes y el sábado, estaba malo del estómago, le había sentado mal algo, hasta tuvo una pequeña hemorragia. Miguel Angel Muniaín, su medico y amigo, le iba a hacer un estudio. No tenía cuerpo para ir a torear el festival de Alcalá. Quiso caerse del cartel. No por la cara, parte facultativo y juannajela, sino mandando un detalle para El Niño del Sol Naciente. Para Curro, los detalles se llaman millón y medio de pesetas. Pero si Curro se caía del cartel, como el mundo del toro es como es, se caía Paula. Y si se caían Curro y Paula, se caía Antoñete. Y si se caían Curro, Paula y Antoñete, estaba en perri la retransmisión en diferido del Canal Sur y en tenguerengue los siete millones de pesetas que daban para el pobre muchacho del Japón que John Fulton estaba haciendo torero.

Y como el del ánfora de las esencias romanas de la cultura agraria del toro es un hombre de palabra, pues aun chungo de salud, allí estaba el tío en Alcalá vestido de corto, con lo divinamente que sabe vestirse de corto para la solemnidad solidaria de un festival o para la intimidad de un tentadero. Lo que pasó luego, lo han contado las crónicas. No suelen contar que Curro es tan gran artista porque lleva dentro un gran hombre. Que la gente desconoce.


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