El Recuadro

Sabado, 1 de noviembre de 1997

35 "pellones"

 

Si yo hubiera en 1992 hubiera inscrito lo del "pellón" en el Registro de la Propiedad Intelectual, ahora tendría en mi cuenta de derechos de autor por lo menos 35.000 millones de pesetas y no estaba escribiendo esta columna sobre trincones y mangones, sino que estaba en mi propio barco perdido por las islas de los mares del Sur, como un ex-comisario cualquiera. Me olía la tostada que ahora ha sacado con pelos y señales en ambas orejas el Tribunal de Cuentas del Reino, que demuestra que la Isla de la Cartuja era la Isla del Tesoro; que la Comisaría de la Expo era la guarida de los Piratas; y que aquello fue el mayor derroche de millones que vieron los siglos. Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta mil tíos se han hecho ricos podridos, hijos míos de mi alma, así que entrad por la senda de la modernidad y el progreso por la que os conduzco, que los derechos de peaje y pontazgo los cobra uno que es funcionario en comisión de servicio, tiene el carné y no veas el contrato blindado que le hemos hecho.

Como en aquel derroche de amor, cuánta locura, la peseta se había quedado corta, y se había quedado corto el millón, hube de inventar el "pellón", en honor del comisario que fue cocinero de Dragados y Construcciones antes que fraile, abad mitrado y virrey de González en la Cartuja sevillana. El "pellón", que era la nueva unidad monetaria, equivalía a mil millones de pesetas de dinero público despilfarrados en obras absolutamente innecesarias, en pabellones efímeros al coste de definitivos; en contrataciones a dedo; en canales para desviar el curso de los ríos; en lagos que al cabo de pocos años habían de desecarse; en la estética, en su del "que no farte de ná". El Tribunal de Cuentas del Reino ha venido a demostrar que aquello fue la más inútil salva con pólvora del Rey, en una locura colectiva de los que muy pocos se escaparon. Tiramos el dinero como si fuéramos un país rico y ahora estamos como estamos. De momento ya vamos por 35.000 millones. Exactamente, 35 pellones de vellón. Nada más que en espectáculos que no veían más que los que mangaban entradas de convite se gastaron 6 pellones, 6, de la acreditada ganadería de "Azabache". El virreinato de los amiguetes, de los encarnetados, de los paniaguados, de los mindundis, de las empresas adictas, va por el momento por los 35 pellones. Creo que será sólo el comienzo. Estas son sólo las cuentas del gran capitàn del funcionamiento de la Isla del Tesoro. Verá usted, maestro, cuando el Tribunal de Cuentas le meta el lápiz a la construcción de infraestructura del tesoro de la Isla, del Ave, de los puentes, de las autovías, la cantidad de pellones que nos van a salir.

Ah, y el verdadero Pellón, don Jacinto el de los "pellones", más perdido que el barco del arroz. Vamos, como estaría yo si en 1992 hubiera registrado como propiedad intelectual los derechos de autor del "pellón" como unidad de medida del despilfarro felipista de los públicos caudales.


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