El Recuadro

El Mundo de Andalucía, lunes  23 de marzo de 1998

 

Comando Andalucía: Otra vez el orgullo de Sevilla 

 

¿Pues sabe usted qué es lo que más me gusta del apúntese un diez, Jaime Mayor Oreja, y del apúntense un sobresaliente con matrícula de Navarra, señores guardias civiles? Pues lo que más me gusta es que aquí abajo sí que hay aislamiento de ETA y de Herri Batasuna, y que aquí abajo, sin necesidad de espíritu de Ermua, sí que demostramos cada día que los asesinos no tienen nada que hacer. Cuando las arradios estaban que echaban humo con la noticia de la captura del Comando Andalucía, por la calle estaba resonando el tan-tan de la alegría. Sevilla, con sus cerca de setecientos mil habitantes, con su expansión urbanística, sigue siendo un pueblo, donde funciona como principal medio de comunicación el boca a oído. El OJD y el Estudio General de Medios darían el boca a oído como la cabecera de mayor difusión en la ciudad. La gente, a las pocas horas de haber sido detenido el comando, te decía los pelos y señales de estos barrenados en asesinos:

--- Sí, mujer, mira, el piso estaba en José Laguillo... ¿Tú sabes dónde está el ambulatorio de María Auxiliadora? Pues mira, coge por esa misma acera del ambulatorio, y tiras como si fueras para la estación de Santa Justa, ?¿no? Bueno, pues allí hay un Horno de San Buenaventura, ¿no?, si, hombre, donde Paqui desayuna con su marido cuando tiene que ir en ayunas a que le hagan los análisis en María Auxiliadora. Pues encima mismo del Horno de San Buenaventura es donde estos canallas tenían las ollas y la pólvora para matar criaturas...

Esta es la diferencia. Que allí arriba son los violentos, son los chicos de ETA, y aquí abajo son lo que son: unos asesinos hijos de la gran puta. Y aquí sí que funciona el aislamiento social. ¿Cuántos coches con explosivos llegarán sospechosamente a las gasolineras de por ahí arriba y el tío de manguera, cuando los ve, mira para otro lado, porque en el fondo todos son absolutamente igual que ellos¿ Pues los tiene que haber a manojitos, porque por allí arriba hay más asesinos en potencia que botellines. En cambio, aquí, ese empleado de la gasolinera de Alcalá sí que practicó por su cuenta el aislamiento social, el pacto de Ajuria Enea, la Mesa de Madrid y la mesa de campimplaya, ¿no te jode?, de la forma que hay que hacerlo: cogiendo un teléfono y llamando a la Policía. Este, por fortuna, es el clima de Sevilla. Horas antes de que la radio echara humo con la noticia, el portero de casa subió al escritorio, con una tarjeta de visita en la mano:

-- Mire usted, que ha estrado este señor de la Policía, que si vemos algo raro por aquí, que sea la hora que sea llamemos a este teléfono.

Antonio López Santiago, mi diligente portero, estaba encantado y orgulloso con la tarjeta de loa Policía en la mano. ¿Se imaginan lo que por ahí arriba hacen los porteros con las tarjetas de la Policía cuando se las dan? Bueno, es que ni se las dan, porque en vez de al teléfono de la Policía o de la Guardia Civil llaman al otro:

---Sí, Pachi, es uno con bigote, bajito, sí, con un chándal azul, y mira, apunta, joder, la matrícula de su coche es...

Qué gloriosa diferencia. En estas horas de alegría sin confianza y de precaución sin desánimo, la verdad que me he sentido, una vez más, orgulloso de este pueblo nuestro, encabezado por ese espejo de los sentimientos de Sevilla en que se ha convertido Soledad Becerril, que es bueno que en la Alcaldía, aparte de una vara de mando, haya un corazón que siente, sufre y se alegra con sus gentes. Como en las tristes horas del entierro de Alberto y Asunción, aquí han pasado cosas muy importantes para el resto de España. Estos tiparracos se habrán terminado de dar cuenta de que en Andalucía no tienen nada que ser. No saben que nuestro verde andaluz ha sido esta vez el verde de la Guardia Civil, que vuelve a decir paz y esperanza bajo el sol de nuestra tierra... Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos y seguir siendo como somos. Menos mal que entre siete millones de andaluces no hay un solo Arzalluz.


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