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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, martes 15 de diciembre de 1998


Bolero para Alberto Matey

Alberto Matey: "Hola" de la muerte de Paquirri
Alberto Matey: "Hola" de la muerte de Paquirri

Hay días, y hoy es uno de ellos, en que le ponemos cara a las estadísticas de los muertos del fin de semana en la carretera. Cara y cuerpo. Y biografía e ilusiones. Es como la otra cara, la dura y amarga, de los anuncios de la Dirección General de Tráfico. Oí como solemos, como el que oye llover, la estadística finisemanal de los muertos en la carretera, hasta que la esquela del entierro me dijo que uno de esos héroes anónimos, uno de esos soldados desconocidos en la guerra del dios menor de la velocidad, era Alberto Matey. ¿Se acuerdan de "La niña de luto" de Manuel Summers? Alberto Matey era el cantor melódico que sale cantando boleros en el baile del pueblo, el vocalista de la orquesta que ha venido desde la capital, del que todas las muchachas se prendan y le echan miraditas de deseo, a hurtadillas del pesado del novio, que además no sabe bailar este bolero tan sentimental que canta ese muchacho...

Hoy escribo un bolero triste por aquel cantante que en tiempos del primer Raphael, del primer Julio Iglesias, años de mucho Aznavour y muchas marionetas en la cuerda, pudo haber sido Alberto Matey. El último gran cantante de sala de fiestas con tanguistas de alterne, donde se languideció la que iba a ser su brillante carrera, hasta que tomó la máquina de retratar y se hizo fotógrafo del "Hola". Igual que Zorrilla fue descubierto en el entierro de Larra, descubrimos a Matey en el entierro de Paquirri. Esa estampa romántica del dolor en el amor o del amor en el dolor, Isabel Pantoja con unas grandes gafas negras y un gran desmayo de viuda de España, es una foto de Alberto Matey. De quien luego vimos cientos de reportajes bien intencionados en la España de las fotos robadas. Matey fue la rara excepción de un fotógrafo de la prensa del corazón que nunca robó ni una foto ni un sentimiento ajeno. Soy testigo reciente. Estaba Alberto Matey haciendo un reportaje con un falso novio a una niñita que quiere ser modelo, y comprobé su resistencia ética a hacer lo que todos hacían: "Niña, ¿pero tu padre está conforme con que te haga esta foto? ¿Por qué no te esperas a que yo hable con él?" Ética se llama la figura. Una raya en el agua del Guadalquivir. Cuarto y mitad de moral profesional, muy bien despachada, en un oficio donde la dentellada al honor ajeno es la norma.

Así le fue, claro, en un mundo de perversidades. Mientras otros se enriquecían robando fotos, Matey tenía sólo el honesto pasar de la honradez. Despreciaba lo que otros buscaban al precio que fuera. Ponía la amistad y el prestigio profesional por encima de todas las cosas. No, ahora que ha muerto Alberto Matey puedo decir que no todos los fotógrafos del corazón son iguales. Hay fotógrafos del corazón con corazón. Alberto Matey fue uno de ellos. Y en este día triste en que sé que ya no volverá a retratar a su fiel Isabel Pantoja, a su Cayetana Alba, a su Rivera Ordóñez, a su María del Monte, entono en memoria de su profesionalidad el bolero de aquel cantante que no pudo ser. La niña de luto tiene hoy doble luto. Por aquel Alberto Matey del que se enamoró con un bolero.


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