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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,  martes 20 de julio  de 1999

NUEVO:  Andalucía, Sevilla y Cádiz en la Prensa digital de hoy


El moro Fahd

 

Fahd a su llegada a Marbella
Fahd no es moro, porque los moros son pobres; es árabe...

Gunila, hija, ¿dónde estás? ¿Dónde andas, que estás tan perdida como esa nueva versión del barco del arroz que es Soledad Becerril? Estamos a 20 de julio, Gunila, hija, y ésta es la hora en que aún no has aportado por Marbella. Tienes tu cortijo muy abandonado, y porque ya no se lleva la reforma agraria, que, si no, te expropiaban el vestido largo de lamé. Por manifiestamente mejorable. Con decir que el chupinazo del verano andaluz en la prensa del corazón lo ha tenido que dar ese Robert Redford... de Africa que se llama Rancapino, y que tu papel ha sido suplantado por Carmen Romero, la madrina de El Padrino, con eso te lo digo todo.

Y ahora, Gunila, el Rey Fahd a chupar rueda de los enviados especiales a la Costa del Sol, ¿te acuerdas de aquellos tiempos, dilecto Ignacio Camacho? Y tú, Gunila, dejando que el Rey Fahd te moje la oreja de zarcillos de ositos de Tous...

Fahd es un Rey con nombre de cerradura. Yo tengo en casa una cerradura que es de la misma marca que el Rey de la Arabia Saudita. Fahd no es un Rey de las mil y una noches. Es un Rey del Guinness Book. Todo lo de este soberano es tan Terry, que es directamente de libro de los récords. Es el Rey que tiene más hermanos del mundo. El que viaja con más kilos de equipaje del mundo, Isabel Preysler a su lado va con lo puesto. El que lleva más aviones, ocho, con más séquito, que si viviera mi recordado Vizconde de Casa González, diría su chiste malo:

-- Es que el séquito cuando se baña en Marbella se convierte en mojádito y encoge...

Cuatrocientos de séquito trae el Rey Fahd, eso es una Guardia Mora. Han reservado doscientas habitaciones de hoteles de lujo, el Don Pepe, y el Don Carlos y el Don Simón, hasta la corcha.

-- ¿El Don Simón?

Sí, hombre, a algún hotel de lujo de Marbella deberían ponerle Don Simón como homenaje al tinto de verano. El Rey Fahd ha alquilado doscientos teléfonos móviles, trae más impedimenta que el circo de Angel Cristo. Y nos encanta el Rey Fahd. De momento, hemos dejado de hablar de la jueza Ramírez y de la Mafia del clan de los marbelleses. De momento, el Rey que tiene nombre de cerradura compensa ampliamente el Frente Anti-Gil, que más que a política suena a campo de fútbol.

Pero, sobre todo, Fahd demuestra que no somos racistas. ¿A ver, dónde está el brote de racismo en Marbella por la llegada del Moro Fahd? Como si viniera el Moro Juan con su mandado tamaño cocacola familiar como el del Conde Lecquio, nadie protestaría. Llega Fahd con su chilaba, con su harén, con sus odaliscas, con su Corán, con el libro Guinness que lleva permanentemente puesto, con su nombre de cerradura, y no pasa nada. Fahd confirma la teoría de mi maestro El Beni de Cádiz: los moros ricos no son moros, son árabes. Los que vienen camino del ferry de Algeciras con el Peugeot de segunda mano y matrícula de Bélgica, con la suegra, los niños, la mujer y tres colchones y una escalera en la baca del coche, son moros. Los que vienen con su palacio en la Milla de Oro y su yate en Banús, aunque sean tan moros como Fahd, no son moros: son árabes.

Que aprendan en Tarrasa y en Bañolas. Andalucía recibe a los cuatrocientos mil moros de Fahd encantada de la vida, sin un átomo de racismo. Y es que aquí no somos racistas. No estamos contra los moros. Estamos contra los pobres.

 

 

 


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