¿Cuánto vale una puesta de sol en Huelva, la
de los bellos atardeceres, "mejorando lo presente", que dice Clinton cuando va a
Granada? ¿Cuánto vale ver salir el sol desde el horizonte de la mar malagueña?
¿Cuánto la plata de los olivos de Jaén? ¿Cuánto la nieva salada de la Real Isla de
León, de la Real Isla de Camarón, como será llamada un día? Yo creía que estos
precios de la belleza sólo podían ser puestos con un adjetivo muy de la hermosura
también, que suele aplicarse igualmente a los toreros cuando cuajan una faena, a los
cantaores cuando están en vena: "Inconmensurable". Estaba equivocado.
He pensado también en la valoración de la belleza ante la
exposición de Velázquez: el seguro de los cuadros. Por mucho que se valore un cuadro a
la hora de hacer la póliza de seguro, ¿sirven para algo los millones si se pierde en un
accidente aéreo, Dios no lo quiera, "El aguador de Sevilla"? Pueden asegurarse
las piernas de Anelka o de Norma Duval. Si las pierden en un accidente, Dios no lo quiera,
y el uno no puede vivir dando patadas con ellas y la otra enseñándolas, en los dineros
del seguro hallarían un cómodo y honesto pasar. Entiendo incluso que se aseguren los
toreros. Rivera Ordóñez cobra del seguro cuando no puede torear a causa de un percance,
y con lo listo que es el padre de El Juli, me imagino que Julián López le habrá sacado
un dinero muy curioso a la obligada inactividad de la cornada. Pero si un cuadro se
pierde...
No entiendo es que la belleza se pueda valorar. Que el
Ayuntamiento de Sevilla haya fijado una indemnización de 700.000 pesetas que debe pagarle
el vecino que con su coche dañó un valioso naranjo antiguo de la Plaza Nueva, un árbol
de la especie del Citrus aurantium. Dicen que es una especie altamente estimada, con un
valor que aumenta con los años. En ese caso, los canónigos son inmensamente ricos, pero
no por el Cristo de los Cálices o el Goya de Santa Justa y Rufina, sino por los naranjos
del patio catedralicio. A 700.000 pesetas el naranjo, echen millones. El Ayuntamiento
mismo, con la de naranjos antiguos que hay en las calles, resulta que tiene un dineral
desperdigado por Sevilla.
El acuerdo municipal establece un criterio sancionador que
me encanta: la lesa belleza. Pero en ese caso, no daría abasto la Imprenta Municipal
haciendo talonarios de multas de uso interno: para que el Ayuntamiento se multara a sí
mismo. Ese Ayuntamiento que quiere cobrar a un vecino casi tres cuartos de millón por un
naranjo, ¿qué no tendría que haberse pagado a sí mismo en multas por haber talado los
centenarios plátanos de Indias de San Telmo? ¿Qué dineral no se llevó por delante ese
Ayuntamiento tan celoso de la belleza del naranjo cuando taló enterita La Campana y la
calle Martín Villa?
Y así podemos seguir hasta el infinito. Si es por lesa
belleza, cuando con la construcciones de La Buhaira ocultaron la vista de la Giralda desde
la calle Oriente, ¿qué multa tendrían que haber pagado los constructores? Ahora, por la
nueva, ursaonense torre de 15 pisos de la misma Buhaira que desafiará a la Giganta desde
la Huerta del Rey, ¿cuánto tendrían que pagar de indemnización al común?
Además, que eso es apreciar en muy poco la hermosura de
Sevilla. Ese naranjo de la Plaza Nueva, quizás, no dé azahar esta primavera. ¿Y en tan
poco como en 700.000 pesetas valora el Ayuntamiento la belleza de los naranjos en flor?
Esas hermosuras de Sevilla no hay millones para pagarlas... (Por eso no las ha vendido y
recalificado ya el Ayuntamiento, claro...)