En esta sociedad
mediática, somos siervos del imperio de las marcas, de los
logotipos, de los valores establecidos. Igual que existe lo
políticamente correcto, y , ay, del que se atreva a ir en
contra, que lo llevan a la Inquisición de la Modernidad,
también existe lo consumistamente correcto. Estaba el domingo
al pie de la sierra de Gibalbín, silencio de marisma a lo
lejos, en un grato almuerzo en la finca de unos amigos, y un
lebrijano culto y campero, heredero de la sabiduría andaluza
de Villalón, de Halcón y de Cortines Murube, me dijo:
-- Tú y yo
llevamos un Barbour, que es lo que vestimos cuando venimos al
campo los agricultores y los escritores. Pero pasate por las
calles de Lebrija, y verás que todo el mundo lleva un
Barbour. Verdadero o falso, pero un Barbour...
Es lo
consumistamente correcto. Vas el domingo a un multicines de un
centro comercial, y todos los chavalotes de los barrios llevan
el mismo atuendo, tan americano. Hasta se han enterado que han
pasado de moda aquellas botorras de las que dijo Barbeito que
parecían los cochecitos de choque de las ferias. Todos llevan
el mismo forro polar, el mismo peinado así como del barbero
del anuncio del Fanta. Vivimos en el mundo de las marcas y
todos rendimos culto a esos nuevos dioses del consumo.
Verdadero o falso, es lo mismo. Lo importante es estar a la
que salta en los programas del corazón, en la prensa rosa. En
las esquinas de mi barrio, las gitanas verdaderas venden toda
suerte de artículos falsos, todos de marca, y el pregón es
una delicia:
--- ¡Niña, la
Chemí Lacó baratita...!
Llegan los
guardias, y, zas, recogen la sábana y salen corriendo con las
chemilacós falsas, en la verdadera sabiduría del pueblo
gitano. A los grandes centros comerciales de nuestras ciudades
les han salido esas industrias subsidiarias que son los
inmigrantes de color (con o sin papeles) que a la puerta
venden el verdadero bolso Dior falso, el verdadero cinturón
Moschino falso, la verdadera corbata Hermés falsa.
Y ahora, el
verdadero toro de Osborne falso. La Policía ha desarticulado
una red de estampaciones del indultado toro de Manuel Prieto
en camisetas, en gorras, en bolsas... El que los taurinos
llaman "el toro del coñá" ha dejado de ser anuncio
de una bodega del Puerto de Santa María para pasar a símbolo
de España, como el tricornio de la Guardia Civil o el
"Guernica" de Picasso. Andalucía prestando signos
de identidad a España, como siempre. Lo que no me explico es
cómo la Policía persigue con tal ahínco a los
falsificadores del toro de Osborne y ni la Policía ni la
Junta siguen de oficio la pista cuasi delictiva de tanto
falsificador de las señas de identidad andaluza como hay por
ahí. Hablo, por ejemplo, de la copla. ¿Habrá algo más
andaluz que el género que codificaron en cánones de belleza
insuperable dos artistas como el Maestro Quiroga y Rafael de
León? Bueno, pues el mercado está lleno de verdaderas coplas
falsas lanzadas, distribuidas y vendidas con la mayor
impunidad y la Policía no interviene, ni la Consejería de
Cultura de la Junta pasa el tanto de culpa al fiscal para que
actúe de oficio. Muy bien que la Policía detenga a los que
falsifican el símbolo andaluz del toro de Manuel Prieto. Pero
me parece incomprensible que, mientras tanto, continúen en
libertad cuantos han perpetrado esa falsificación colectiva
en forma de disco a la que han puesto de título el sagrado
nombre de "Tatuaje". Encima...