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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía, jueves 27 de enero del 2000


Pérez Villalta

Esto, en realidad, no es un artículo. Esto es, en verdad, una reconciliación con un artista andaluz. Un pintor. Un pintor del que muchas cosas de las que vi no me gustaron absolutamente nada. Hasta el punto de que, cuando pintó los frescos de la Cámara de Comercio de Sevilla, dije que sus representaciones de los dioses de nuestra mitología grecolatina me parecían figuras de la pintura de las barracas de feria. Monigotes del tren de los escobazos, concretamente. Y más de un escobazo fue lo que me llevé de los villaltistas de la parte del Estrecho y de la Cuna de la Libertad, por haberme atrevido a decir tal de una gloria andaluza como Guillermo Pérez Villalta.

Es más: creo que nunca haya llegado nadie hasta el recuadro tan recomendado como ahora viene Pérez Villalta. Durante meses y meses ha sido su valedor ante estas lineas un amigo común, un filósofo del viento, un genial narrador popular, un andaluz que sabe latín: Juan Luis Muñoz, "Juan Luis el de Tarifa" por antonomasia, lanzado por Jesús Quintero a la inmarcesible gloria de la galería de personajes populares andaluces ante cuyo ingenio hay que ir a Padilla Crespo urgentemente a comprarse un sombrero, para descubrirse ante ellos. Muchas veces, en su restaurante de la calle San Francisco de Tarifa, me ha dicho Juan Luis:

-- Mira, te voy a sentar en la mesa que siempre le tengo reservada a Guillermo Pérez Villalta, para ver si no te metes más con él, hombre, que es un grandísimo artista y que él nunca te dice que tú tienes nombre de queso, Burgos...

La otra mañana de luto, en el Ave, cuando íbamos para los funerales de Reino por Doña María en El Escorial, me encontré con el Conde de Luna (que se escribe Conde de Luna y se pronuncia Manolo Roca), el teniente de hermano mayor de la Real Maestranza, y me dijo:

-- Tengo miedo de lo que digas del cartel de la feria, que este año se lo hemos encargado a Pérez Villalta...

Pues no tenga vuecencia miedo, señor teniente que gobierna la Maestranza en nombre de Su Majestad, y tranquilo, oh genial Juan Luis de Tarifa, porque la contemplación de ese cartel para anunciar la feria taurina de Sevilla me ha reconciliado con la pintura de Pérez Villalta. Me ha convencido más que ese anuncio contra la anorexia que fue e cartel del picador gordo de Botero. Mucho más que el de Eduardo Arroyo. Los aficionados a la fiesta no le pondrán un pero, como aquella vez que largaron (y con razón) porque los carteles de Sevilla se anunciaban con un toro que echaba las manos por delante. Del cartel de Pérez Villalta me convencido lo que tiene de ejercicio de humildad en el oficio sobrado del artista. ¿Podría haber pintado Pérez Villalta un Pérez Villalta autentico y legítimo como cartel taurino de Sevilla? Era lo fácil. A lo que no renunció Botero, que pintó un Botero. Pérez Villalta sabe que Sevilla es una escuela de silencios y se ha aprendido bien esa lección. Ha servido al cartel y no se ha servido del cartel. ¿Qué es lo importante, la plaza de los toros? Pues eso es el cartel de Pérez Villalta: la plaza de los toros. Y que conste, Guillermo, que lo digo de corazón, no de recomendado de Juan Luis, no de mimado del teniente... Esta vez, Pérez Villalta, le has (nos has) pegado un escobazo a los que creían (creíamos) que ibas a pegar el petardo con el cartel taurino...


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