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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía, martes 2 de mayo del 2000


Virtual Real de la Feria

Sé de juegos de rol aproximadamente como los que pontifican sobre ellos: ni papa. Si todo el mundo habla del rol sin tener ni puñetera idea, ¿por qué servidor no va a poder echar su cuarto a recuadro? Dicho lo cual afirmo que me parece que ahora y no en la Semana Santa es cuando de verdad Sevilla está viviendo su gran juego de rol. Su juego de rol anual. No me refiero al de la Madrugada, sobre cuyas causas Antonio el Pollito, el de Los del Río, ha dado en tó er bebe:

-- Lo de la Madrugada, para mí que han sido cinco o seis cobradores del frac, que se echaron a la calle en busca de sus morosos al mismo tiempo, y como todo el mundo debe tanto, todo el mundo a correr y se lió la que se lió.

Y arremata Antonio el Pollito con la media verónica clásica de los chistes:

-- Para mí que han sido cinco o seis cobradores del frac por ahí sueltos...

Matizo que tomo la palabra rol, tras pedir la venia a Gómez Marín, en el sentido que le dan los sociólogos: papel que cada uno juega en la sociedad, en el reparto de tareas de la globalización y del por aquí te quiero ver. Ahora es cuando de verdad está en marcha el juego de rol. Sevilla juega a ser lo que de ella piensan los que no son de Sevilla, disfrazada de Sevilla, de capital de una sociedad agraria que no existe y en la que lo poco que queda depende de las subvenciones de Bruselas. Sevilla hace el juego de traer de fuera todo lo que le falta: de Cataluña y de Vascongadas, empresarios isabelinos fundadores que jueguen el rol de la burguesía andaluza que nunca existió; de Portugal, gitanas de clavel y buenaventura; de Granada, betuneros calós; de Sanlúcar, la manzanilla triunfal; de Jerez, los caballos, los coches, los enganches, el fino con el que se baten en retirada Pedro Domecq y dos sultanes de Persia. Sevilla juega al rol de una ciudad efímera de cornucopias, encajes, mecedoras y sillas de enea, más falsa que los duros de Cobián.

Y todos encantados con representar su papel. El nuevo rico que pegó el pelotazo se disfraza de Fermín Bohórquez, se compra un coche, unos caballos, engancha, se pone un sombrero de alancha y va por ahí roneando de marqués, con el hierro pintado en la portezuela del carruaje. La peña de amigos hace la organización, monta la caseta y se cree el Aero y Pineda, todo en una pieza. Los viven de la mangoleta pública, los que mi maestro Manuel Halcón llamó "los señoritos del Estado", juegan su rol, mechados en señoritos de Jerez. El sevillano representa su papel de la tradicional hospitalidad y el que acaba de llegar en el Ave, metido en su rol de sevillano, paga cinco mil duros en la reventa por un tendido, se va a los toros y se pone a hacer el sifón, mandando callar a los abonados de toda la vida. Representa su papel de los silencios de Sevilla.

Y así sucesivamente se monta cada año el tinglado de la antigua farsa, en la sociedad encantada de haberse conocido vestida de flamenca o de faralaes del Ave y de convidar a quien se tercie. El Sevená juega su rol en el rebujito y 1.000 enganches, 1.000 dan en el Real la imagen virtual del campo que ya no existe más que en las páginas de Muñoz Rojas. ¿Es el Real de la Feria o el Virtual de la Feria? Me quedo con lo que, sin meterse en la Feria, porque dice que aquello es Nueva York con cortinas de listas, me dice Juan Luis de Tarifa, mi filósofo del viento: "La única verdad es que todo es mentira".

 

  

ABEL INFANZON "LA ESE 30"

PUNTAS DEL DIAMANTE


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