Les confieso
que tenía ya una cierta sensación de extraterrestre. No vi la
final de Championlí. Ni falta. Me hablan del gol de Raúl, y como
si fuera la caza de gamusinos al aguardo: no gasto goles de Raúl.
Y, más extraterrestre todavía, tampoco vi la otra gran opción
políticamente correcta y culturalmente abyecta, El Gran
Hermano. Entretuve mi ocio con algo más fecundo, cual la
lectura de "Tip, poeta del ingenio", el redescubrimiento
de Luis Sánchez Polack que ha escrito Pilar Blanco. Esta
sensación de rarito que tengo debe de ser cosa de la sociedad
globalizada. O te montas en el globo o... lo otro que no es montar
en globo. Ayer no tuve nada que decir en las conversaciones del
día: tuve la brillantez del silencio. Para remate de los tomates
(cuate, aquí hay tomate), tampoco he leído la leña de González
contra Suárez. A mí me pagan en EL MUNDO por escribir. Lo de
leer las declaraciones íntegras de un mendaz profesional tiene
sueldo aparte.
Y por si
fuera poca mi sensación de ser irreal en la España del Real
Madrid, lo de Terra y Lycos. United Airlines ha comprado US
Airways. Y ha pagado 2,1 billones de pesetas. O sea, más barato
que en el mato de Lycos, por la que Terra me parece que ha pagado
2,5 billones, ¿será por billones? Y como soy tan torpemente
extraterrestre e irreal, me pregunto: ¿cómo un chinchalito con
cuatro conexiones de Internet y un cacharro de correo electrónico
(al cambio, humo), puede costar más que una compañía que tiene
aviones, talleres, pilotos, azafatas, autobuses para los
pasajeros, instalaciones en los aeropuertos, oficinas, locales,
cosas que se pueden tocar? ¿Cómo una compañía especializada en
la venta de humo puede valer más en el mercado que una empresa
real, con esos pedazos de reactores, uuum, que decía El Beni? En
la fidelidad de la memoria que le guardo a mi madre, la zapatera
del Niño de la Virgen de los Reyes, hasta estoy dudando de su
consejo. Mi madre me decía: "Hijo, hay que invertir en
ladrillos, porque los ladrillos no se devalúan como las
pesetas". Lo que no sabía mi madre es que llegaría este
tiempo en que los ladrillos de humo del Nasdaq valen más que los
ladrillos de la fábrica de refractarios que tiene su consuegra en
Guadalcanal.