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Fátima
es la tata mora de una amiga. España se ha llenado de
tatas moras. La madre de Fátima también cruzó el
Estrecho y tiene un piso que ha alquilado fregando
escaleras. Jugándosela,
allí da cobijo a los compatriotas que, tras salvar la
muerte de la patera y huir de los civiles por los montes
de Facinas, mojados, a cuerpo, sin una peseta, llegan a la
ciudad de los prodigios cuyo nombre no necesita traducción:
Ixbiliah. Los moritos supervivientes que llegan a casa de
la madre de Fátima están como ausentes. Tardan tres o
cuatro días en romper a hablar. Han pasado tanto pánico,
que han perdido el habla.
Estoy
por sugerirle a Fátima que su madre les diga a los moros
amigos que cuando desembarquen en la playa de Los Lances
se disfracen de linces. O de garzas reales. De flamencos
rosas del humedal. No saben Fátima, ni su madre, ni los
inmigrantes que llegan con tanto miedo dentro del cuerpo
que tardan tres días en romper a hablar, que si fueran
linces, o águilas, o espátulas, o camaleones, no habría
el menor cuidado: la Junta de Andalucía y la Agencia de
Medio Ambiente les prestarían total atención, ayuda y
protección.
Pero
estos moros tienen unas cosas... Cuidado que ser seres
humanos... Una lata, un incordio en nuestra sociedad
opulenta y globalizada. Con razón un señor tan de
izquierdas como un tal Perales, que es el responsable de
esto de los moros en Al Andalus, ha dicho: «Hay que
blindar nuestras fronteras y recibir el número de
emigrantes que realmente necesitamos».
Bien
dicho, joé. Los que necesitamos son linces, no moros. Ya
quisieran los moros que les prestáramos la misma atención
que a los linces. El otro día se ha muerto un lince: lo
acompaño en el sentimiento, señor Chaves. El tercer
lince en lo que va de año, atropellado por un coche. A lo
mejor por un Peugeot de segunda mano donde los moros
silentes huían rumbo a Ixbiliah, quién sabe. A
la Junta de Andalucía sólo le ha faltado poner en los
periódicos una esquela mortuoria por el lince. Hasta el
PP, que también es mucho de los linces, ha protestado:
que dónde vamos a llegar, que tres linces muertos... Y en
un perdido rincón del mismo diario, la pequeña noticia
del día: ayer murieron 26 marroquíes al naufragar una
patera en Tarifa; antier, 33 en Lanzarote. El único
problema político es quién les paga el entierro. Nadie
quiere cargar con el muerto, si el muerto es moro.
Así
que voy a llamar a mis amigos chirigoteros de Cádiz para
que me manden cincuenta disfraces de lince de Doñana. Se
los enviaré a la madre de Fátima, que los haga llegar a
Tánger. Así por lo menos a cincuenta moros disfrazados
de linces los tratarán a cuerpo de rey. O de Urdangarín.
Biografía
de Antonio Burgos
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