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Como
vamos todos juntos, y yo el primero, por la senda del
Progreso (luego Tirso de Molina), estamos llegando al
siglo XIX y ya vamos por el folletín. Lo digo por la
propuesta que hoy comienza Umbral en elmundolibro.com, eso
de que se nos aparezca un folletín con todos sus avíos
en la pantalla del ordenador conectado al trasmallo de la
red. El arte imita a la realidad, porque todos conocemos
ya y todos hemos leído de la cruz a la fecha este
folletín que empezará oficialmente a las 12, cuando
Cenicienta pierde el zapato, con el lance en que Afrodisio
le dice a Walter que ha matado a su mujer y que hay un
cadáver en la piscina. En los folletines siempre hay un
cadáver en la piscina, como en los libros de inglés
siempre hay un paraguas verde en el jardín.
Sin quererlo,
Umbral nos ha desvelado el final de esta novela al ponerle
el título. El culpable es Galindo, no el pequeño de la
tele, sino el del tricornio. Hijo mío, qué cosas tienes,
Paco... ¿A quién se le ocurre ponerle de titulo a un
folletín "La rebelión de los delfines"? Qué
poca vista, Paco. ¿Tú no ves que ese folletín está
escrito, publicado y sobre todo cobrado, y que estamos
leyéndolo todos los días por entregas? ¿Qué más
rebelión de delfines quieres que la rebelión de los
delfines de González? Difícil se lo pones a Freire,
Mendicutti, Merino, Rigalt, y a don Benito Pérez Galdós
que volviera de la tumba. ¿Cómo vais a poder mejorar,
grandes hermanos de la literatura, los prodigios de
ficción que está consiguiendo la realidad de la
verdadera rebelión de los auténticos delfines?
El resumen de lo
publicado, ya lo sabéis. González, que llama a su amigo
Alfonso y le dice: "Alfonso, soy Felipe y te llamo
porque eres mi amigo y porque eres librero. Han matado a
dos tíos y están muertos, enterrados en cal viva. A mí
que me registren, porque yo no he sido..." A partir
de aquí, ya saben. Almunia que llega para cargar con el
muerto, pero encuentran que tiene pinta de mayordomo de la
prueba del algodón y lo quitan al primer capítulo, tras
lo cual sale Rosa Díez, que es la que nos creíamos que
era la buena, pero no. La buena resulta que es por el
momento Matilde Fernández, que dice que hay que ir
buscando quién puso la cal. Y luego viene ya Pepe Bono,
que reúne en un agasajo postinero, en plan Chicote, a la
crema del empresariado y dice que menos da una piedra y
que a la hecho, pecho.
Por mucha
imaginación que le echéis, queridos, vuestros delfines
de ficción os saldrán siempre bastante menos rebelados
que los delfines de la realidad. Estos delfines de la
realidad no es que estén rebelados: están
cabreadísimos. Ya que se trata de cosas de la red, os
diré que estos delfines luchan desesperadamente. Como
atunes apresados en la sangre con mar de la almadraba.
Biografía
de Antonio Burgos
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