Tranquilo, Gorka, que esto no va por ti ni por tus muertos todos, aunque
aprovecho la ocasión para mentarte tus castas todas y por su orden, so asesino. Es otra
muerte a la que me refiero: la muerte del famoso. Esto va de ciencias de la información
de la muerte en España. Si es usted famoso y aspira a una cierta inmortalidad
necrológica, conviene que no la palme hasta que no se lo indique su agente de relaciones
públicas. Quien deberá cuidar su información sobre otros posibles muertos famosos que
estén buscando las tablas para doblar y echarse al mismo tiempo que usted. En la chapuza
nacional que nos caracteriza, hay agentes de relaciones públicas que dejan que sus
consultantes se les mueran, un poner, al mismo tiempo que el general invicto, que el
banquero que de botones llegó a presidente de la entidad, que el torero que conquistó
todos los cosos de Merimée y todos los corazones de Carmen. En tales casos, se produce el
agravio comparativo de la muerte a efectos de necrología periodística.
Lo advertí
cuando Juanita Reina. Habiendo sido como su mismo nombre indicaba reina de la copla, mal
aconsejada, murió Juanita el mismo día que José Agustín Goytisolo. ¿Qué ocurrió?
Pues que en los telediarios y en los periódicos, todas fueron "Palabras para
Julia" y se apagaron de golpe las cinco farolas de Juana, pero en plan apaga y
vámonos. Lo volví a advertir cuando, mal aconsejado, al innovador arquitecto Rafael de
la Hoz se le ocurrió morirse el mismo día que le daban un premio de campanillas a Pere
Gimferrer. Ahora, ay, lo constato una vez más con otro arquitecto, con Saenz de Oiza, que
también muy mal aconsejado por su agente de relaciones públicas, con la de días que hay
en el año y la de años que hay en el siglo, no ha podido el hombre elegir otro día para
morirse que el mismo que José Angel Valente. Sus ventanas de Torres Blancas han quedado
en los telediarios apenas como balaustradas para los poemas de Lázaro. Por haber
fastidiado quizá el Festival Valente, Oiza ha recibido en las necrológicas hasta
insultos por haber hecho la colmena de la M-30, mientras que todo verso del poeta orensano
era de genial hacia arriba. La de Oiza fue la habitual muerte a contracorriente de la
opinión pública.