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En
la novela negra, cuando hay una muerte, el Plinio o el Maigret
de guardia se ponen como locos a buscar el móvil. En las
muertes de la carretera vamos a tener que empezar a hacer igual:
buscar el móvil. El teléfono móvil, naturalmente. Vengo de un
hospital, de visitar a una familia destrozada por culpa de la
tontería de un teléfono móvil. El móvil que llevaba un
empresario en su coche, de regreso a su casa, que sonó, que lo
sacó del bolsillo, que apretó la tecla para hablar, y que en
ese tejemaneje de la angustia que nos entra por responder, como
si nos fuera la vida en ello, a él casi se le fue, pero de
verdad. Perdió el control del volante y se comió literalmente
con el coche uno de esos absurdos para ahorrar semáforos
llamados glorietas. Lleva un mes en el duro debate entre la vida
y la muerte.
-- Igual que el accidente del camionero que descolgó el
móvil y se cargó un autobús escolar...
Igual. Como muchos otros accidentes cuya causa telefónica
nunca llegaremos a saber. A veces dicen que hay accidentes
porque al conductor le da un infarto, o pierde el sentido.
Habrá ahora que preguntar muy en serio: ¿llevaba teléfono
móvil? Las páginas de divulgación medica de los periódicos
vienen llenas de informes, americanos siempre, sobre el daño
que los móviles hacen el cerebro. Incluso hay quien le ha
puesto a su aparatito un filtro que dicen impide las radiaciones
malignas. Eso no es nada. No hay peor radiación de un móvil
que cuando suena en la autopista, va uno a 140 o 160 y lo
descuelga. Oposición segura al pellejazo.
Yo me reía antes mucho de los tontos que alardean de
teléfono móvil y te dan el peñazo en los vagones de Club o
Preferente del Ave, preguntando a la secretaria si han devuelto
la letra o si ha venido ese camión que tiene que mandar
Escalante, que siempre esperan cuando el tren sale de Madrid y
que aún no ha llegado nunca cuando estamos a la altura de
Puertollano. Pero esos maníacos de la llamada al menos no ponen
en peligro su vida, ni la de nadie. ¿No somos tan estrictos con
los controles de alcoholemia para los conductores? Pues por
sentido común y por necesidad cívica se imponen los controles
de telefonemia. Si hemos descubierto el mapa del genoma humano
no debe de ser tan difícil saber si ese conductor al que paran
los guardias en el control ha hablado o no ha hablado por el
móvil mientras conducía. Como que es una maravilla esto de que
vayan a poner Ave a todos sitios prácticamente. Así, los que
tengan mono de teléfono móvil podrán ir a Valencia o a
Barcelona sin riesgo alguno de que se jueguen la vida por
responder a la llamada de la oficina o del pesado de Escalante,
que nunca acaba de mandar el puñetero camión.
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artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
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