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No
sé si los andaluces tendremos capacidad de iniciativa
empresarial, pero andamos sobrados en los negocios de capacidad
de copiarla, aunque ya saben ustedes lo que le pasa al que la
copia. Dicen que aquí no hay empresarios. No sé. Pero sobran
negociantes. Los que se pegan un paseo por la calle de su ciudad
y hacen el estudio de mercado. Ven, por ejemplo, que han puesto
dos tiendas más de teléfonos móviles, y se dicen:
-- Esto tiene que ser un negociazo, así que yo voy a poner
una tienda de móviles...
Y abre el hombre su franquicia, y son ya siete las tiendas de
moviestares y airteles que hay en el pueblo, razón por la cual
empiezan a pegar el barquinazo una detrás de otra, ya que las
nuestras grandes iniciativas empresariales suelen coincidir con
la crisis del sector, por el rigor con que se hacen los estudios
de mercado antes de emprender un negocio, al que llaman,
además, industria. Aquí un tío con un puesto de carne en la
plaza se pone en el carné "industrial de la
alimentación". Así nos va. Esto de los negocios va por
modas. Fue espectacular aquella moda de la línea blanca. Todo
el mundo ponía una tienda de electrodomésticos. Cuando quebró
la linea blanca por la competencia insostenible de las grandes
superficies, empezaron las tiendas de muebles de cocina. En
ningún lugar del mundo hubo tantas tiendas de mueble de cocina
como en Andalucía. Vinieron más tarde los hornos, usted sabe,
para desayunar la manteca colorá. Agotamos en el santoral de
los hornos, en la moda de San Isidoro.
Ahora la moda son los hoteles. No hay familia que herede un
caserón en el pueblo que no se reúna y plantee:
-- ¿Y por qué no hacemos un hotel en la casa de la abuela,
un hotel pequeño, con diez o doce habitaciones, como el que ha
hecho Juanita la del Colorao en lo de Don Matías, que mira lo
bien que le va, que lo tienen siempre lleno?
-- Vamos, un hotel con encanto...
Estamos encantados con los hoteles con encanto. O sin
encanto, pero hoteles. No hay antiguo almacén de diezmos y
primicias, cuartel de migueletes, cárcel vieja o caserón de
Don Matías el dueño de "Los Arrayanes" que no haya
sido convertido en hotel. Coges una guía turística y el pueblo
que menos tiene tres hotelitos simpáticos. Nada digo de
ciudades turísticas andaluzas. Aquí pasamos de la nieve al
trigo con una facilidad pasmosa, y de la única Fonda del Peine
en el pueblo hemos llegado a esta saturación del mercado. Hasta
el punto de que los verdaderos empresarios del sector, no los
advenedizos, están barruntando la catástrofe que se avecina.
En Sevilla ya han levantado la voz de alarma. Se han reunido los
empresarios hoteleros y han dicho a las autoridades:
-- Basta ya, ni un hotel más...
En Sevilla hay 23 hoteles más en proyecto, ¿será por
hoteles? Pasado el mal trago de los hoteles vacíos tras la
Exposición del 92, han visto que era negocio, y se han dedicado
a poner tantos, que todos pronto serán una ruina, por el exceso
de oferta. Sevilla, que tenía 8.000 plazas hoteleras antes de
la Expo, va ya por las 22.500, y quieren abrir 5.000 más. Los
que entienden suman camas hoteleras y están que pierden el
sueño con tanto cuento de la lechera hotelera. Como con las
tiendas de móviles, ésta es la forma más segura para llegar
al desencanto y hartazgo de los hoteles con encanto.
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