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Jornada
de puertas abiertas en el chupinazo sanferminero del primer
domingo de las rebajas de julio, fiesta de guardar en la
religión del consumo. Y movido por un comentario de Manolo
Rodríguez, hacia Dos Hermanas que me voy, a conocer qué es eso
del Factory. Compruebo que una maravilla. No me esperaba
encontrar un chico como tú, Factory, en un sitio como ese,
frente a La Motilla, en el antiguo territorio aceitero de
Núñez Hermanos, convertido a la fe española de Guillén.
En Andalucía cada vez hay más cosas que llegas y te pareces
que no estás aquí, sino por ahí. Te llevan con los ojos
vendados hasta el Factory de Dos Hermanas, te sueltan allí, y
si te dicen que estás en Nueva York, en San Francisco o en
Londres, te lo crees... hasta que llegas al mesón cervecero con
las antiguas fotos de los carros de reparto de la Cruzcampo y la
decoración de viejas botellas de quinto con el Gambrinus
serigrafiado. No hay nada más de por ahí que estos edificios
industriales a los que se les ven las tripas: los conductos del
aire acondicionado sin tapar por el techo falso y las tuberías
vistas pintadas de colorines. Y como esto no es un remitido
publicitario, no hablo de los precios, tirados, ni de la
cantidad de cosas que se encuentran. De todas, me quedo con la
tienda del gourmet que ha puesto Juan Ramón Guillén con sus
marcas, que es un homenaje a la lata de melva canutera de
calidad, a la mojama de Barbate y a las huevas de maruca.
¿Cuántos metros cuadrados tiene el Factory? Por lo menos
como dos campos de fútbol. Esto es lo que más me inquietó de
la visita: la cantidad de miles de metros de superficies
comerciales que hay en Sevilla, en Andalucía entera. No creo
que haya lugar de España con mayores grandes superficies
comerciales de toda índole. ¿Ha echado alguien las cuentas de
cuántos kilómetros cuadrados ocupan en Andalucía los cortes
ingleses, los hipercores, los carrefures, los coviranes, los
mercamuebles, los supersoles, los cobreros, los canguros, los
más y más y más todavía? Si los sumamos todos, seguro que
son como los términos municipales de Jerez o de Ecija, que
tengo entendido son los más extensos de Andalucía. Y nada digo
si añadimos los metros cuadrados de esos polígonos
industriales donde venden muebles rondeños al por mayor,
azulejos de Triana por un tubo, porcelanosas, pavimentos o
electrodomésticos en plan Urende o en plan Arance La Ballena.
Viendo esta gran superficie comercial que es Andalucía,
habría que pensar que esto es la primera potencia industrial
del mundo. Pero no. ¿Dónde están las fábricas? ¿Dónde los
sitios donde se producen cosas? ¿Dónde las inversiones
productivas que no tengan que ver con la distribución, al por
mayor o al menudeo? Andalucía, que era una gran superficie
agraria y luego un inmenso polo de desarrollo industrial, se ha
quedado en una gran superficie de consumo. Nos dedicamos a
consumir lo que producen otros. Aquí apenas producimos
burocracia: los 200.000 funcionarios que tiene la Junta tienen
todas las oportunidades del mundo para gastarse el sueldo en las
grandes superficies. ¿Qué producimos? Producimos consumo.
Nuestra mayor producción es el consumo. Andalucía ha quedado
en un gran mercado de perceptores-consumidores. Cobramos
subvenciones, sueldos de la función pública, fondos de
cohesión, jornales del paro, para gastarlos en esa inmensa gran
superficie consumidora y no productiva en que se ha convertido
Andalucía.
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