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Cuando
llegue septiembre todo será maravilloso, cantábamos. Llega
septiembre de verdad y, ay, no lo es. A la vuelta del veraneo,
leo el editorial de EL MUNDO DE ANDALUCÍA de ayer y me quedo
con la palabra que describe nuestro panorama político: apatía.
Andalucía y autonomía riman con apatía en vísperas de la
canción triste de cada otoño. Me digo para mis adentros:
-- Apatía, apatía... ¿De qué me suena a mí esto de
apatía en septiembre, al regreso de los baños? Si lo tengo en
la punta de la lengua...
Y como estos chismes con los que escribimos son unas
hormiguitas o unos ratones de biblioteca, que lo encuentran todo
dentro del disco duro y hasta dentro del disco de "Papá
Levante" si hace falta, le pego al buscador, pongo
"apatía" y la voz me sale citada como escrita por
servidor en estos artículos casi tal día como hoy, hace un
año. El galgo que le echo a la liebre de la apatía me dice que
el 5 de septiembre del 2001 publiqué un artículo que se
llamaba algo por el estilo, pero que trataba de lo mismo: "La desgana".
Si aún queda alma en los almarios andaluces, esto debe
preocuparnos más que la propia desgana en sí o más que la
propia apatía. Me explico. Debe preocuparnos esto que la vuelta
al cole político sea exactamente igual todos los años, como si
no hubiera pasado nada.
-- No, eso es lo malo: que pasa un año y otro año y aquí
no ha pasado nada...
Ese punto de rutina es el que me inquieta. Esto de que el
artículo septembrino de la desgana sea ya más clásico que la
columna de abril sobre el azahar recién florecido o el texto de
Tosantos sobre el primer humo de las castañas asadas saliendo
de una perola recubierta de cal en una esquina andaluza. Que en
el primer día de clase del curso político no se pueda explicar
la importancia de la asignatura, sino que hay que constatar,
porque nos afecta, que el cuerpo de profesores está en otra
cosa, y que el director del colegio no hace más que buscarse
excusas de falsos debates para no entrar en el meollo del
programa. Si al comienzo del pasado curso el falso debate era la
polémica del submarino amarillo de Gibraltar, hogaño, ni eso.
Ni la pasada agua de molino del techo competencial del Estatuto.
Nada con sifón en este tinto de verano que nos tenemos que
beber amargamente cada otoño.
Hasta el punto de que para este ya clásico artículo de la
desgana sirven las mismísimas palabras del año pasado:
"Estamos, probablemente, en el desencanto de la autonomía,
pero no lo sabemos. O quizá no es desencanto. Es desgana. La
palabra la ha puesto Javier Arenas, como un Linneo clasificador
de especies raritas de coleópteros australianos. La desgana. Lo
que tiene Andalucía en todo lo alto es la desgana. O las ganas
de Manuel Chaves de aplicarse a sí mismo el Himno de
Andalucía: "Los socialistas andaluces queremos volver a
ser lo que fuimos". Que lo fueron todo, no se olvide. Menos
en la sede primada de Toledo, aquí había un socialista en cada
centro de decisión. Volvemos de los baños --decíamos en
septiembre del 2000-- en el habitual embotellamiento de
Chiclana, en el corte de carretera de Conil, en la romería de
Tarifa, qué cruz viaria la del andaluz, esto sí que es un vía
crucis, y nos encontramos de cara con la desgana, como la Niña
de Puerta Oscura se dio de cara con él en la copla. La desgana
y la manga por hombro de las mangas y capirotes... Andalucía,
en esta vuelta al cole, se nos aparece con desgana, inapetente.
Lo peor es que nos espera, qué horror, todo un curso así. Lo
que no tiene perdón de Dios es que a los andaluces nos han
quitado hasta la ilusión de serlo."
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