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Igual
que los viejos rockeros andaluces de los tiempos de Alameda y
Smash se proclamaban hijos del agobio, todos somos un poco hijos
de la transición. De ahí que sintamos siempre una cierta
orfandad. Como un largo ocaso de junio, la transición siempre
se nos está muriendo un poco, agua del tiempo que se escapa
entre las manos. En los obituarios ya empiezan a venir los
elogios fúnebres de los últimos de Filipinas de aquellos
agitados meses de diciembre de 1975, de enero de 1976... Suena
Jarcha en la banda sonora de la memoria, y volvemos a encender
los mecheros en un recitar de Manolo Gerena o de Benito Moreno
mientras se oye el "Libertad sin ira".
Ayer, en los quioscos, hubo una lágrima de papel: el último
número del "Diario 16" que se venía editando en
Madrid, vino nuevo de otra empresa en los viejos odres de la
ilusión de un periodismo en libertad. Decía Dámaso Alonso que
Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres. Añado que
Madrid es un cementerio de periódicos. La Hemeroteca Nacional
tiene bastante de Almudena, ay, Almudena de las cabeceras que
representaron tantas ilusiones, en las que tantos jóvenes
periodistas dejaron sus mejores años, sus más fecundas
madrugadas, en cierres de plomo y platina, fotógrafos que
hacían la crónica en imágenes de la ilusión colectiva de un
pueblo en la trama de una lenta plancha de fotograbado. Pasas
revista a la memoria y ya no está el "Informaciones",
con el suplemento político de Jesús de la Serna y Guillermo
Medina. No está el "Ya" de los artículos
democráticos del grupo Tácito. El "Madrid" es el
recuerdo de una sociedad de redactores a la francesa. La losa
que enterró al dictador guarda también el golpismo de "El
Alcázar".
Y ahora, en esa Almudena de papel, nuestro "Diario
16". En la cercanía de tantos compañeros que dejaron
allí tanto esfuerzo, tanto trabajo, tanta juventud, le pongo
ahora la tinta verde del manché del nuestro, del "Diario
16 Andalucía". Buena parte de cuanto es hoy el
periodismo andaluz o se hizo o se forjó en "D 16
Andalucía". Esta misma columna allí estuvo, en la utopía
común del "D 16" de Justino Sinova, cuando ya Pedro
J. Ramírez estaba embarazado de "El Mundo", y allí
se forjaba buena parte del equipo que hoy hace este papel.
"Diario 16 Andalucía" cometió el pecado de
adelantarse a su tiempo, algo imperdonable que esta tierra
castiga con la maldición de la soledad. Rompió el terrible
equilibrio pétreo de la prensa andaluza. Recogió los restos de
anteriores naufragios: el "Suroeste" o el
"Sur" de aquel híbrido entre Falange y UCD que fueron
los Medios de Comunicación del Estado; la aventura imposible y
nunca explicada del "Informaciones de Andalucía"; el
vespertino "Nueva Andalucía" donde mi maestro en este
oficio de hacer gacetas, Javier Smith, formó a tantos
periodistas que hoy son la cuadrilla del arte de los periódicos
andaluces.
"Diario 16 Andalucía" murió antes que su hermano
mayor madrileño. Cuando se rastree en la historia de la
transición andaluza, de la consolidación de la autonomía,
habrá que ir a sus páginas. Si el equilibrio pétreo de la
prensa andaluza tiene hoy otra relación de fuerzas, no debe
poco a "Diario 16 Andalucía".
Vosotros, actuales compañeros de "El Mundo de
Andalucía", de "ABC", de "Diario de
Sevilla", de "Sur", de "Ideal"
comprenderéis mejor que nadie este artículo que es en realidad
un pésame. Especialmente tú, director Paco Rosell: te
acompaño en el sentimiento de lo que pudo haber sido y no fue,
pero que siempre sigue siendo...
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