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Aznar
ha dicho que vamos a quitarnos las caretas, y que la España
progre es la del 25 por ciento de paro y la del agujero de la
Seguridad Social. Y más cosas que podía haber añadido y
están al alcance de cualquier memoria: la España progre es la
del Pelotazo, la del GAL, la de Ibercorp, la que nos metió en
la OTAN con referéndum y en el euro sin preguntarnos. Si la de
Aznar no es la España progre, ¿qué es? ¿Qué es lo contrario
de progre? ¿Carca? Puede ser, pero no cuadra. La España carca,
en tal caso, es la del pleno empleo, la que ha suprimido el
servicio militar obligatorio, la que ha rebajado los intereses
de las hipotecas, la que ha bajado los impuestos. Si la
carcundiez es acabar con la mili obligatoria, ¡viva la
carcundiez!
Lo de España en democracia es una maravilla: hemos podido
ver al menos tres opciones distintas de modelos de gobierno. En
veinticinco años hemos conocido la España de la UCD, la
España del PSOE y la España del PP. Que cada cual se quede con
la que más le guste. Quiere esta alternancia en el poder decir
que esto ha sido de todo, menos aburrido, por mucho que durara
el felipato, que parecía que no se iba a acabar nunca a la
altura de 1990.
Y si la alternancia de los partidos en el poder en España es
un prodigio de democracia, hay que reconocer que lo de
Andalucía es una pesadez. En veinte años de autonomía no
hemos conocido más que la Andalucía progre. Que no sé si
será bueno o malo, pero siempre lo mismo. El propio modelo de
la autonomía me parece que está en buena parte inédito, y que
muchas páginas del librito del Estatuto de Autonomía
permanecen intonsas. (He escritos "intonsas", no
intensas; mírelo en el Diccionario y así enriquece usted su
lenguaje...) Aquí no conocemos más autonomía que la que ha
diseñado y ejercido el PSOE. Y nos queda la pregunta del
billón, o de los tres billones de presupuesto: los presentes
males ¿son culpa de la autonomía en sí o de quienes la
administran desde hace veinte años? ¿Cuál sería el modelo
educativo, el modelo cultural, el modelo turístico, el modelo
empresarial, el modelo migratorio de la autonomía gestionada
por otros partidos? Eso, hoy por hoy, es una incógnita.
No le vendría mal a la democracia una alternancia de poder
en Andalucía, la primera que se produciría. Aquí el único
cambio que hemos podido contemplar ha sido la diferencia entre
Escuredo y Borbolla, o entre Borbolla y Chaves. Al fin y al
cabo, "remakes" de la misma película, que permanece
en cartel hace veinte años. Una pesadez. Y una incógnita. La
inflación de funcionarios, ¿es un mal de la autonomía en
general o de su modelo socialista? El olvido de Almería, ¿es
un mal autonómico o de los gobiernos de la Junta? Los problemas
del centralismo sevillano, ¿son de la autonomía o de quiénes
la han regido?
Me parece que los andaluces, en estos veinte años progres,
hemos perdido hasta el interés por las novedades. En materia
andaluza, no hay nada más antiguo que lo progre: veinte años
de lo mismo, de los mismos con las mismas. Por el contrario, una
alternancia en el poder tendría la novedad de ver lo que va a
pasar, de volver a ilusionarnos quizá con la propia autonomía,
como vivimos aquel sueño colectivo cuando el referéndum del
28-F. No se olvide que la alternancia en el poder es la propia
esencia de la democracia. Por lo cual no es aventurado decir que
la esencia de la democracia autonómica en Andalucía está
inédita, con esta pesadez de unos progres que, además, se han
hecho unos señores mayores totalmente conservadores:
conservadores de su propio poder.
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