Fue
en el congreso de la refundación del PP en Sevilla, en 1990,
cuando Fraga leyó la carta de dimisión que le había entregado
Aznar y mientras estaba rompiéndola a trocitos con toda su
energía de arrancar teléfonos, pensábamos: ¿a que ahora va y
se la come? El PP mostraba una irresistible voluntad de empezar
a no ser lo que había sido, Alianza Popular hasta hacía cinco
minutos, y de poner su reloj en hora con el meridiano de
Bruselas. Recuerdo perfectamente que fue el primer escenario en
plan "blanca y radiante va la novia" del PP en un
congreso. Sobre aquellas blancuras, quienes habrían de terminar
en las urnas con aquel felipato que a aquellas alturas de siglo
parecía que no se iba a acabar nunca. Terminado el congreso,
Javier Arenas me preguntó:
-- ¿Qué te ha parecido el congreso?
-- Pues el escenario blanco y vuestro proyecto democrático,
perfecto; pero el público, chungo...
-- ¿Cómo el público?
-- Tú no te has dado cuenta. Pero los que estábais en el
escenario blanco, no tenéis nada que ver con el público de las
gradas. Allí, el que no había sido concejal en su pueblo con
Franco aún está lamentando la legalización del PCE. Así que
lo tenéis duro, hasta que consigáis que las bases del partido
sean como los que estabais arriba, en el escenario blanco...
De aquella mañana han pasado doce años. Como entonces,
Arenas ha vuelto a preguntarme:
-- ¿Qué te ha parecido el congreso? ¿Te acuerdas de lo que
me dijiste cuando el de Sevilla?
-- Pues me ha parecido que por fin el escenario blanco de la
limpieza democrática y del fervor constitucional está también
en las gradas del público. Gobernáis con mayoría absoluta
entre otras cosas porque las bases del PP ya no son lo que eran.
Pero sigo encontrando diferencias entre escenario y público...
-- ¿Cuáles?
-- La edad. Me di cuenta con el
niño de Suárez, con vuestra quinta del Buitre de Becerril.
Si el problema antes era hacer un proyecto democrático con unas
bases franquistas, ahora es un asunto generacional. No os dais
cuenta, pero tú, Rato, Rajoy, Mayor Oreja, sois unos señores
mayores, la vieja guardia, vistos desde la edad en la boca de
Moragas, de Costa, de Moneo, de mi colombroño Tomás Burgos.
Las nuevas generaciones han dejado de serlo. Más que un
problema ideológico como antes, vais a tener que enfrentaos con
un desafío generacional, cuando Aznar le quite el tapón al
botellón.
-- Deberías de escribir esto, porque está muy bien visto.
Escrito queda. Querido Javier Arenas: me debes una convidada.
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