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Se
empeñan en hacernos creer que la vuelta de la reválida es una
regresión a la España del Dúo Dinámico y de Los Brincos.
Eso, eso, los brincos. Los brincos que daríamos si los
bachilleres salieran de los institutos por lo menos con la
cultura de aquel Sexto y reválida y no con el desconocimiento
perfectamente curricular de ahora. No hablo ya de los
legendarios alumnos del Instituto Escuela de la Institución
Libre de Enseñanza. Hablo de esos institutos de la época que
Zapatero llama displicentemente predemocrática. Cualquier
alumno de entonces, con un bachillerato con todos sus avíos...
-- ¿Cómo con todos sus avíos?
-- Sí, como un puchero de la cultura, de la ciencia y de las
humanidades: con su poquito de Latín, su poquito de Griego, sus
buenas Ciencias Naturales, una pizca de Historia del Arte,
Lengua y Literatura, y redacciones, muchas redacciones, pero que
te las suspendían si tenías faltas ortográficas...
Cualquiera de aquellos alumnos salían del bachillerato con
unos conocimientos que ahora no tienen muchos licenciados.
Licenciado en Letras conozco que no llega a saber lo que
entonces aprendía cualquier alumno de bachillerato con los
libros de Guillermo Díaz-Plaja editados por La Espiga o con las
ediciones de los clásicos grecolatinos de Blecua. Que no
larguen, pues, tanto de la enseñanza predemocrática, porque
Felipe González y Adolfo Suárez, sin ir más lejos, o sea, los
artífices de la transición, salieron de aquel bachillerato de
la Reválida de Sexto, o de aquel Preu donde se hacía lo que
ahora llaman un master, en el que algunos nos pasamos un año
entero estudiando Góngora y el Polifemo o Cervantes y El
Quijote, los concilios ecuménicos, la geografía agrícola de
España o el Fedón. Si consideramos la realidad histórica
fuera de las maquinillas de acuñar tópicos sobre la LOU y
otras meteduras de pata del PP a la hora de vender su política
educativa, tenemos que considerar que toda la nueva clase
política de la transición que providencialmente apareció de
la noche a la mañana en España para hacer el cambio estaba
formada precisamente por aquellos chicos de Preu que habían
aprobado la reválida de Sexto y que dos años antes habían
aprobado otra reválida, la de cuarto, ¿sería por reválidas?
Tan mala, por tanto, no sería la Reválida. Una reválida
que, no se olvide, respondió a los planes de estudio diseñados
por Joaquín Ruiz Giménez como ministro de Educación Nacional
con Franco. La gente cree que le debemos a Ruiz Giménez el
ámbito de concordia de sus "Cuadernos para el
diálogo". No sólo. También antes le debemos promociones
enteras aquellos sólidos fundamentos de nuestros bachilleratos
con todos sus avíos, que por bien que nos lo enseñaran los
jesuitas o los claretianos, habían que pasar luego la ITV de la
reválida en el Instituto.
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