Aquel
novillerete que debutaba en Sevilla llegaba con mucha fuerza
desde Madrid. Para deslumbrar a público tan importante, al
empezar la faena de muleta echó las dos rodillas en tierra, en
una buena serie de ayudados por alto. Pero cuando estaba dando
el cuarto muletazo de la doble genuflexión ante tan sacrosanta
presencia, oyó una voz cruel que desde un tendido de sol le
dijo:
-- Eso está muy bien, muchacho, pero ahora vamos a ponernos
en pie y a torear...
A Javier González Ferrari, baranda de TVE, tras felicitarlo
por "Operación Triunfo", le digo igual:
-- Eso está muy bien, Ferrari, pero ahora vamos a ponernos
en pie y a acabar de una vez con la basura en la televisión
pública...
Más que las cifras de audiencia de tropecientos mil millones
de espectadores, más que el fenómeno social, más que ciudades
enteras llamando por teléfono en plan Jugador Número 12,
"Operación Triunfo" es una raya en el agua, en las
aguas podridas, porque ha desmentido el dogma, tan citado, de
Rafael el Guerra: lo que puede ser puede ser, y además es
posible. Es posible batir las marcas de audiencia sin tener que
recurrir al bestiario habitual y al cotidiano consumo de
boñigas. A saber: a los ojos morados de las tratantes de los
malos tratos; a las cabritas locas sudamericanas que primero se
suben en lo alto de las mesas y una vez sobre ellas se bajan los
pantalones; a los condenados por tráfico de drogas
estampillados de periodistas que les quitan las peonadas a los
licenciados en Ciencias de la Información en paro; a las madres
solteras de las hijas de los famosos sin causa justificada o a
las que encontraron la fama yaciendo con ellos, y así
sucesivamente.
Tras "Operación Triunfo" queda lo que los
estrategas dicen que es casi tan difícil como el éxito: la
explotación de la victoria. Demostrado que el público está
harto de detritus sociales con falsos envoltorios del corazón,
ésta debe de ser la hora en que TVE decida no emitir ni un solo
minuto más de basura. Que las privadas hagan con su capa un
sayo y con su cuenta de resultados una planta de aprovechamiento
de basuras, pero por algún sitio hay que empezar la
regeneración moral y ética de los contenidos abyectos, y ese
sitio no es otro que la televisión que pagamos los
contribuyentes que hemos votado en el plebiscito de
"Operación Triunfo".
Tan difícil no es. Torres más altas han caído. En los
telediarios ya se ha demostrado que lo que puede ser puede ser,
y además es posible. A los llamados "violentos" les
dicen lo que son, "proetarras", y a la autotitulada
"kale borroka" la mientan ya por su exacto nombre de
"terrorismo urbano".
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