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Cuentan
las piedras de las columnas de los guardacantones de los Cuatro
Cantillos que Naranjito ha respirado por última vez el mismo
aire que El Cachorro el Viernes Santo por la tarde, cuando,
recortada en el cielo azul, su prodigiosa garganta va cantando
la vieja soleá del Zurraque: "Mira si soy Trianero,/que en
cuantito paso el puente,/me falta el aire y me muero".
Añaden las cegada fuentes de la Cerca Hermosa que ha quedado
escrito con la navaja de Manolo Bejarano en el palimpsesto del
palo de la cucaña que ha muerto José Sánchez Bernal, el niño
cantaor que le salió a aquel municipal que por las calles
recogía naranjas amargas, siempre amargas, para que se
cumpliera la manda testamentaria o legendaria, nunca se sabe,
del Duque de Wellington, a fin de que a la Reina de Inglaterra
nunca le faltara por la mañana en el hilo y la plata del
desayuno en el Palacio de Buckingham la mermelada de los
mismísimos árboles del Jardín de las Hespérides.
Dicen.
No me lo creo. Nunca me creo nada acerca de la muerte en
Sevilla. No creo que Naranjito haya muerto. En Sevilla hay que
morir, dice la copla. Lo que no dice la copla es que en Sevilla,
que es purgatorio, hay que morir, sí, mas para alcanzar la
gloria misma de la memoria. Lo dijo Rafael de León, que
también tuvo que irse de Sevilla, aunque nadie lo diga. Rafael
de León escribió: "En Sevilla se muere/con una muerte
blanda y deseada,/y el dardo que te hiere/no es cuchillo ni
espada,/que es de flor y de sol la puñalada".
A las penas, puñalás, porque Naranjito está ya en la vida
eterna de la memoria de Sevilla. Como estamos pasando tanta
hambre y La Perona ha mandado a los corrales latas de carne y
sopa de estrellitas, ¿qué podemos hacerle a esta mujer, que
está cruzando el Arco de la Macarena en este mismo momento? Ah,
ya está, como en las películas de Hollywood del cine Llorens:
hagamos una tarta tal que los siglos venideros nos tomen por
locos cuando vean salir bailando desde dentro a Narci Díaz y a
Naranjito de Triana. Es exterior noche, Plaza de América. Es,
porque todavía están Narci Díaz y Naranjito de Triana
saliendo de la tarta para La Perona. Todavía está cantando y
bailando Naranjito.
Y como ya se ha caído la avioneta de la Operación Clavel, y
ya hemos puesto el Plan de Desarrollo, y hay Pegasos en vez de
tranvías, y los corrales están ahora en el Polígono, con
avecrem en vez de sopa de estrellitas, vamos a coger la Feria y
vamos a pasarla del Prado a Los Remedios, que para eso los hizo
Ramón Carranza. Y vamos a escuchar la primera sevillana antigua
en la Feria nueva. ¿Quién la puede cantar? Llama a Pulpón,
que está en la portada esperando al Pinto y a La Niña de los
Peines. Que dice Pulpón que mandéis un taxi a la Plaza de
América y os traigáis de allí a Naranjito; que deje la tarta
de la Perona y deje a Narci Díaz, y que se ponga a cantar la
primera sevillana antigua en la Feria nueva.
Y aún está allí Naranjito cantando la primera sevillana en
la Feria de los Remedios, al pie de la portada, junto a unos
hierros que son los hierros del Barranco y del puente de Triana.
Lo están oyendo José María Ybarra y Narciso Bonaplata,
autores junto a Pepito Caramelos de la segunda fundación de la
Feria. Como lo siguen allí oyendo, siempre una sevillana que
nunca termina, porque siempre está empezando, Silvio el Rockero,
y El Pali, y Romero Murube, y Rodríguez Ojeda, y Rodríguez
Buzón, y Juan Belmonte, y Antonio el Bailarín, y Antoñito
Procesiones, y Vicente el del Canasto, y todos los que de verdad
ahora sí que están vivos en esta ciudad del purgaorio donde no
alcanzas la verdadera vida hasta que te mata la puñalada del
sol o de una flor.
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