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Uno,
dos y tres. Como los tres banderilleros en el redondel de los
versos de Manuel Benítez Carrasco que recitaban con tanto arte
los brazos de bronce de Gabriela Ortega, de entre cuarenta
millones de españoles fuimos solamente tres, uno, dos y tres,
los que cuando Aznar hizo a Javier Arenas secretario general del
Partido Popular, no lo felicitamos, sino que le dimos el pésame
por haberle quitado la cartera de Trabajo a cambio de esos
donuts con gaviota. Esos tres únicos españoles fuimos, a
saber: el respetable señor padre de Javier Arenas; el suegro de
Javier Arenas, que aunque ahora sea conocido por ese título,
antes fue el profesor don Manuel Olivencia, "magister
verecundiae Hispaniarum et Indiarum" en la Expo del 92; y
para terminar de enumerar a los tres dolientes, servidor de
ustedes. De los tres pésames que recibió Arenas, el más
atribulado fue el de su propio padre:
-- Javierito, hijo, ¿y ya no tienes firma en el BOE?
A eso le llamo dar en todo el bebe de la praxis del poder por
la vía del amor paterno. Eso es el poder: no el coche oficial,
no los escoltas, no que lo saluden a uno los guardias
municipales, sino la firma en el BOE y el apaleo de millones del
presupuesto. Y por mucho que lo hubiera hecho Aznar baranda
absoluto de la calle Génova, Arenas no podía firmar ya más
que en el libro de honor de La Dorada, cuando nos convidaba a
cenar a Curro Romero y a su biógrafo. Por eso fuimos sólo tres
los que le dimos nuestro más sentido pésame, porque en
realidad, aunque lo hubiera hecho secretario del PP, Aznar le
había quitado la cartera. A unos le quitan la cartera en el
Metro y a Javier se la quitaron en el Ministerio de Trabajo.
Ahora que lo he visto abrazado a la farola de Jesús Posadas,
retratado en la taurina ceremonia de devolución de trastos tras
la confirmación de la cartera, he pensado que Arenas se
sentiría completamente como el marcianito de "E.T.".
En el retrato, mirando a la cámara, Javier Arenas va diciendo
en su retranca de Olvera:
-- Mi teléeefono, mi BOOOE, mi carteeera...
Aunque esa cartera tenga dentro el ultimátum vascongado,
cartera no hay más que una y a ti, secretaría general, te
encontré en la calle Génova. Así que ahora sí que seremos
tres, uno, dos y tres, quienes felicitaremos de verdad a Javier
Arenas, por haber recuperado la firma en el BOE.
Por cierto, Javier: ¿qué hay de lo mío?
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