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El Recuadro   

 Antonio Burgos
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El Mundo,  lunes 29 de julio del 2002

  ¿QUIÉN HACE ESTO?    Abel Infanzón de hoy 


ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El casoplón

No tenemos remedio. Mandamos a los boinas verdes a Perejil sin consultar a José Antonio Labordeta y el Príncipe de Asturias va y se hace una casa sin consultar a Javier Mariscal. No hay derecho. Eso es romper la tradición de la Corona. Ya se sabe que Isabel II se pasó media vida consultando a Mariscal cómo debían ser los estrados isabelinos.

El Príncipe más que una casa se ha hecho una transgresión a la modernidad y al diseño, qué temeridad. Construyendo su casa, ha derribado la dictadura del diseño. El Príncipe tenía que haberse plegado a esa dictadura y hecho una casa como el horror de plató de Anne Igartiburu. Una casa donde las lámparas parecieran toallas de baño iluminadas. En eso precisamente consiste el diseño: que nada parezca lo que es y que nada sea lo que parece. Tú vas a una tienda de diseño donde ha puesto la lista de su boda el hijo de unos amigos, eliges un jarrón y le dices a la dependienta:

-- Señorita, cóbreme este jarrón de la lista de Borja y Cristina.

Y la dependienta, hablándote naturalmente de tú, te pega con la dictadura del diseño en toda la boca:

-- Pero si lo que has elegido no es un jarrón, ¿tú no ves que es un exprimelimones?

En la Casa del Príncipe tenían que haberse impuesto los muebles de diseño Estilo Juan Carlos I. Igual que existe el Estilo Luis XV, existe el Estilo Juan Carlos I. Ya saben, esa tendencia espantosa, tipo hotel de Olimpiada en Barcelona, Pabellón Expo 92 en Sevilla o sala de espera Vip del Ave en Atocha. Esos sillones donde te sientas más de media hora y vas directamente a Traumatología. Esas mesas con tres patas y esas sillas con seis. Los roperos donde si no caben las perchas ése es tu problema, no el del diseñador.

De otro lado, como los rojos no usaban sombrero, Cobi no usaba corbata. Nada, nada, el uniforme oficial del Príncipe de Asturias debe de ser el chándal, como cuando el Duque de Palma fue a visitar a la princesa heredera de Japón en la Olimpiada de Tokio. Tome buena nota Protocolo de la Casa de Su Majestad de cuanto dice Mariscal, y pongan en las próximas invitaciones: "Etiqueta, chándal con condecoraciones". De corbatillas y corbatitas, nada. Queremos un Príncipe de Asturias modelo Cándido Méndez o Nicolás Redondo padre, descorbatado y despechugado. Que se vea que es hombre de pelo en pecho. A ver si así de una vez saca novia.

En el fondo, me pasa como a Mariscal: la casa no me gusta. Pero no desde la modernidad, sino desde el clasicismo. Lo que se ha hecho el Príncipe no es una casa: es lo que ahora se llama un casoplón. Bienvenido sea empero el casoplón, porque Don Felipe nos ha demostrado que es posible liberarse de la dictadura del diseño. ¡Vivan los casoplones como hoteles de provincias y abajo los platillos volantes!


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