|  | Sobre
                aquella disposición del director general de la Guardia Civil se
                escribieron cientos de artículos, se llenaron horas y horas de
                tertulias radiofónicas y ganaron muchos jornales los dibujantes
                de humor. Estaba cantado. En una sociedad donde las parejas son
                cada vez menos estables y la indisolubilidad del matrimonio es
                casi de patrimonio histórico-artístico, la Guardia Civil iba a
                suprimir la tradicional y romancesca pareja de picoletos como
                forma de realizar los servicios. Menos mal que aquella orden no
                se ha aplicado todavía o, si se ha hecho, no era operativa en
                Collado Villalba. Menos mal que en Collado Villalba ha
                funcionado la indisolubilidad de la pareja, de la pareja de la
                Guardia Civil. En la detención de los etarras que asesinaron al
                guardia civil don Antonio Molina se ha demostrado que la
                aritmética falla aplicada al legado del Duque de Ahumada, que
                no en vano inventó, con la propia Guardia Civil, la legendaria
                pareja caminera. Se decía que se aplicaba el divorcio a la
                pareja de la Guardia Civil para duplicar la capacidad operativa
                de sus efectivos, y al pie de la autopista, con un héroe
                desangrándose, se ha visto que no era así. En parejas de la
                Guardia Civil, dos guardias divididos en dos unidades
                estratégicas no es igual a dos, es igual a cero: a cero
                operatividad. Imaginen que en Collado ya se
                hubiera aplicado esa disposición, y que el heroico Antonio
                Molina se hubiera acercado solo a identificar al automóvil
                sospechoso. ¿Qué hubiera ocurrido? Pues que los asesinos le
                hubieran descerrajado a bocajarro los mismos tiros en la
                barriga, cuando en la máxima entrega al honor que era su divisa
                les estaba haciendo el primer tiempo de saludo. Hubiera quedado
                herido en el suelo el guardia, que quizá habría disparado
                contra los asesinos las siete balas de su pistola, como hizo.
                Pero no hubiera tenido al lado al guardia Juan Aguilar para
                repeler la agresión en toda regla y detener a uno de los
                asesinos. Pienso ahora en aquel policía
                nacional de proximidad que cuando patrullaba con su motocicleta
                y en solitario por un barrio de Madrid recibió los mismos
                disparos mortales que Molina, pero no tuvo al lado un compañero
                que pudiera disparar sobre los asesinos y capturarlos. Si en la
                próxima Nochevieja junto a la marea negra de Galicia no
                tendremos gracias a estos héroes una marea de sangre en Madrid
                será gracias a esa valentía terrible que decía una madre
                agarrada a un ataúd, pero también gracias a que en Collado
                Villalba al menos hubo una pareja no indisoluble de la Guardia
                Civil. 
  
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