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Oí
por la radio la recomendación maravillosa de Carlos
Ortiz-Repiso, director general de Tráfico, y no me la podía
creer: "No se metan ustedes en carretera a menos que sea
absolutamente imprescindible, porque de nieve puede caer la del
tigre". ¿A qué esperamos para pedir el Nobel de la Paz
para este hombre? No hay derecho a la injusticia que estamos
cometiendo con esta lumbrera de la administración. Es una
contradiós que lo tengamos en un sitio tan poco brillante y con
tantos muertos cada fin de semana como Tráfico. Su
clarividencia para la solución de los problemas patrios
requiere más altos cometidos, ¿qué digo yo?, de jefe de
gabinete de Ana Botella en el Ayuntamiento de Madrid mismo...
El director general tiene en su
mano la piedra filosofal del éxito en la gestión política, la
malilla triunfal de la administración, y lo estamos
desaprovechando. Ortiz-Repiso, él solito, podría haber evitado
la tragedia del "Prestige", porque hubiera dicho:
"Aquí no se transporta ni un litro más de fuel por mar, a
menos que sea absolutamente imprescindible". El solito
podría terminar con las listas de espera de los hospitales:
"Aquí nadie se puede poner malo, a menos que sea
absolutamente imprescindible". Terminaría con la
siniestralidad laboral: "Que nadie se suba a un andamio, a
menos que sea absolutamente imprescindible". Acabaría con
la inseguridad ciudadana: "Que ningún rumano reviente un
chalé más, a menos que sea absolutamente imprescindible".
Ni reforma del Código Penal ni nada. Ortiz-Repiso acababa de un
plumazo con la política de puertas abiertas de Ruth Alonso, la
jueza filoetarra: "Aquí no se pone a ningún asesino más
en la calle, a menos que sea absolutamente imprescindible".
Es completamente enternecedor
este director general, que nos cuida a los conductores como una
madre, con el mismo mimo y ternura: "Hijos míos, con este
frío y con estas nieves, ¿os vais a meter en carretera? Anda,
quedaos en casita y abrigaos bien". Y no sólo se preocupa
de los conductores en la flor de la edad, sino de la tercera:
"Que los jubilados no salgan a la calle, que con estos
hielos se pueden romper una cadera. Que se quedan en casita bien
abrigados, que estos fríos son muy malos para el corazón y las
vías respiratorias". Ternura, eso es lo que le hacía
falta a la Administración, y Ortiz-Repiso nos la ha traído. Al
director general de Tráfico, que es como una madre, sólo le
falta meternos en la cama, taparnos bien acurrucados y darnos un
vaso de leche calentita. Porque el cuento de pan y pimiento nos
lo narra maternalmente cada vez que puede tener un problema con
las máquinas quitanieves.
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