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A
Belmonte que volviera le buscarían un hijo secreto y le
ofrecerían una porrada de millones por contarlo. A la novia
Pablo-Romero de Joselito, con la que no pudo casarse por las
diferencias sociales, la conoceríamos como de la familia, de
las portadas de las revistas. Los toreros han pasado del Cossío
a "Tómbola" y de "Aplausos" al
"Hola". Los trajes de luces brillan con los flashes y
los focos. Pones lo del corazón en la tele y crees que estás
viendo "Tendido Cero": sólo salen toreros,
acompañados de sus correspondientes cuadrillas de novias,
hijas, hermanas, madres, padres, y ex. Sobre todo ex.
Preposición que ha pasado a ser nombre. Si alguien dice
"mi ex" a secas no se refiere a su ex jefe, sino a su
divorciada esposa. La "ex" por antonomasia y elisión
es la "ex esposa", sobre todo a efectos del corazón
rosa y oro: la ex de Jesulín, la ex de Rivera, la ex de Jaime
Ostos. A quien me da pena ver asendereado en estas charcas, como
él mismo llama a este triste piso de plaza de los escándalos.
Tanto corazón no le hace
ningún beneficio a la Fiesta. Y menos a los toreros. No se
tiene más cartel ni se cobra más por mucho que se salga en las
revistas y en la tele, y al ubriqueño me remito: se está
cayendo de los carteles serios como se cayó del coche camino de
"Ambiciones". Los toros van por un lado, por donde
tienen que ir, y el famoseo por otro. Lo que se hablan en las
peluquerías no influye en las taquillas. Y el toro, que pone a
cada uno en su sitio, no lee el "Hola" ni ve
"Tómbola".
Como viejo espectador que lo
vio matar al volapié con más técnica y valor que Rafael
Ortega el de La Isla, la mejor espada del siglo XX; o
atorándose hasta llegar a la verdad suprema del cornalón de
Tarazona, me apena ver a Jaime Ostos de cabeza de cartel de esos
ruedos enfangados. Quien alternó con los dos divinos Antonios,
Ordóñez y Bienvenida, torea ahora con Dinio. Y más me apena
que no se plante en el tercio ante esos medios ese ecijano que
tuvo el valor civil de desenmascarar a Lozano Sevilla, el
todopoderoso taquígrafo de Franco y crítico taurino de TVE en
la dictadura, cuando le hizo en la retransmisión de una corrida
aquel brindis que fue el más valiente alegato civil contra la
corrupción del revisterismo taurino y del propio régimen. A
aquel "Jaime Corazón de León" como lo llamó Gonzalo
Carvajal, que se plantó ante el sobre institucionalizado por el
franquismo en plena dictadura, lo enseñan ahora en la jaula de
los leones de este circo del corazón.
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