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El
Tribunal Supremo dice que disuelvan el grupo
parlamentario de la SA del Asesinato y responden que no les
da la gana. Y no pasa nada. Si los Albertos no están en la
cárcel, ¿por qué lo va a estar Atucha? En el mejor de los
casos, vamos a negociar. Ya sabe el atracador al que le metan
diez años de cárcel lo que tiene que hacer: negociar el
cumplimiento de su sentencia. Es que a veces el Supremo dicta
sentencias que técnicamente no se pueden cumplir.
Técnicamente, el atracador no puede ir a la cárcel porque, si
va, ¿quién va a seguir por ahí pistola en mano dando golpes
en los supermercados?
A esto ahora se le llama
tolerancia.
Por no salir de "sede
parlamentaria", como dice ese nuevo circunloquio cursi, a
la verita misma del Congreso de los Diputados, un niñato
marroquí con permiso de fin de semana en el reformatorio asalta
a una turista griega, le pega una puñalada en el pecho y la
mata. La oposición, inmediatamente, dice poco menos que la
puñalada la ha dado el ministro del Interior en persona, y que
hay que poner más guardias en la calle. No, mire usted: lo que
hay es que poner a es menos delincuentes en la calle. Y a más
inmigrantes ilegales de patitas en la frontera. Y a menos presos
en grados atenuados de cumplimiento de condena, empezando por
los delincuentes de cuello blanco que asisten a las bodas del
poder y terminando por los criminales que hemos importado de
media Europa del Este, de media América del Sur y de parte de
África.
Pero a callar estas cosas se le
llama tolerancia.
Como se le llama tolerancia a
la colectiva y mediática degradación ética de las
televisiones de consumo masivo; a la pérdida de autoridad por
parte de los profesores; a la supremacía del dinero como medida
de todas las cosas y única norma moral; a la absoluta ausencia
de principios. Y el que diga lo contrario es un españolista, o
un facha, o un racista, o una machista, o un xenófobo, o todas
esas cosas a la vez. En vez de simplemente alguien con dos
valores absolutamente en trance de extinción, que deberíamos
preservar en Doñana como se tutela al lince: la vergüenza y la
valentía civil. Por eso, frente a pasadas diferencias que
tuvimos sobre asuntos de estos Reinos, me encanta poder tirar el
sombrero al ruedo ibérico en honor de Sabino Fernández Campo,
porque ha dicho en una conferencia lo que muchos piensan, pero
nadie se atreve: "No es lícito ser tolerante con lo
intolerable". Ole. Sobre todo cuando igual que SA es el
alias que le han puesto últimamente a la ETA en el parlamento
autónomo vasco, tolerancia es el mote que le han puesto a la
cobardía civil, a la dictadura de las minorías, a la
imposición de lo marginal sobre la norma mayoritaria. A la
falta de calzones, vamos. Estamos todos como en esa
toleradísima fotografía que ha hecho un tío en Barcelona y
donde salen no sé cuántos mil tal cual está España entera:
con las vergüenzas al aire.
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