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El
embajador Cuenca está teniendo un gran éxito con su delicioso
libro de "La sierra
caliente", tan bellamente compuesto sobre las leyendas
y el pulso de Cazorla y Segura. Continuadores del diplomático
cordobés Juan Valera, hay en La Carrera actualmente dos
embajadores que bordan la prosa como nadie. Andaluces tenían
que ser: el Marqués de Tamarón, nuestro arcense embajador en
Londres, y Pepe Cuenca, sevillano de Jaén y embajador en
Canadá hasta hace unas semanas. Cuenca es muy generosamente
amigo de sus amigos, a quienes les da los artículos hechos,
como el presente. Vino Cuenca a Sevilla a por atún y a oír el
concierto conmemorativo de la Constitución. Y al día
siguiente, tomamos café en el hotel Los Lebreros cuando ya
había caído Sadam Husein.
Como cada embajador es una Oficina de Información Diplomática,
me dijo:
-- ¿Sabes cómo me he enterado
de la detención de Sadam?
-- No...
-- Pues en el ascensor del
hotel, que bajaba con dos americanos y les oí adelantar el
"We got him".
-- Ventajas de saber inglés,
Pepe... Yo bajo con esos americanos en el ascensor y como no me
digan que mi sastre es rico y tiene un paraguas verde en el
jardín, no me entero ni de papa...
Inciso para estudiantes de
Ciencias para la Comunicación: las noticias verdaderamente
importantes e históricas son aquellas que dejan sobre quien las
recibe la huella indeleble del sitio y la hora en que se
enteraron de ellas. Todos nos acordamos de lo que estábamos
haciendo, y dónde, y con quién, cuando supimos que Tejero
había entrado pistola en mano en el Congreso de los Diputados.
Todos recordamos perfectamente dónde estábamos a las 3 de la
tarde, hora española, de aquel 11 de septiembre en que dos
aviones fueron estrellados contra las Torres Gemelas. Cuando
hayan pasado muchos días, todos nos acordaremos de lo que
estábamos haciendo cuando nos dijeron que los americanos
habían trincado el tirano Sadam. Como recordamos aún quién
nos dijo aquel día de noviembre de 1975 que ya habían
anunciado oficialmente por la radio que Franco había muerto.
Y anotado que me hubo el
momento en que se enteró de la noticia, mentadas que fueron las
castas todas del tirano para que no quedara entonces ni quede
ahora la menor duda de nuestra posición al respecto, me dijo el
embajador de la bella prosa serrana:
-- Lo más bonito es que este
tío, perdido todo su poder, derrotado, perseguido, hizo algo
humanísimo: volverse a su pueblo...
A Sadat lo han cogido los
aliados en Tikrit, que es su pueblo. Al cambio, como si a
Jesulín lo hubieran cogido en Ubrique o al Nano lo hubieran
cogido en Jerez. Los americanos lo buscaban por tierra, mar y
aire, con todo el poder y la tecnología de los Estados Unidos,
y no daban con él. ¿Y dónde iba a estar Sadam? Pues donde
hubiéramos estado todos: en el pueblo. Si hubieran empezado
buscándolo en su pueblo seguramente lo hubieran detenido hace
mucho tiempo, esos espías de la CIA con la chilaba chamullando
en moro:
-- ¿Han visto ustedes por
aquí uno con barba, muy guarro, que se parece una jartá a
Ortiz Nuevo?
Y no hubieran tenido que pagar
un solo millón de dólares en la recompensa. Se hubieran
ahorrado un dinero muy curioso de haber empezado a buscar a
Sadam en su pueblo. Pero, claro, los americanos saben de jazz,
no de cante, y no conocen el fandango: "Nunca está mejor
el árbol/ que en tierra donde se cría..." Inserto en el
fatalismo de las raíces arábigas de nuestra cultura andaluza,
Sadam, después de perdido, se tiró al río del tirón de su
tierra: "Ea, ya estoy yo en mi casa..." Y en su casa,
en su pueblo, lo atrincaron. ¡Qué respiro!
Sobre Sadam Hussein, en El
Recuadro Sadam Husein vende cal
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